viernes, 27 de abril de 2012

Libro decimoctavo: Vivir del cuento


 Vivir del cuento
de Juan Félix Algarín Carmona, Isamari Castrodad, Shara Lávender, Blancairis Miranda-Merced, Héctor Morales Rosado, Luccia Reverón, Sandra Santana Segarra y Andrés O’Neill

     ‘Vivir del cuento’ es la segunda antología de cuentos de autores puertorriqueños que leo. He notado que me he extendido mucho en mis ultimas entradas del blog, así que solamente comentaré los reatos que más me han llamado la atención, ya sea por buenos o por malos.

     ‘Semáforo’, de Isamarí Castrodad, es un relato breve con una estructura muy original. A medida que se mueve la corta historia se anuncian los cambios de luz de un semáforo, indicando las etapas de un trágico accidente en donde una drogadicta es atropellada por un automóvil. Su compañero de pedir dinero en la luz la recoge y da toda su colecta para comprarle una última inyección a la moribunda. La brevedad, la intensidad y la tragedia que ‘Semáforo’ recoge se amontonan rápidamente para robarnos algo del corazón cuando leemos la última línea del relato.

     ‘La verdad es que estas cosas solo me pasan a mí’, de Héctor Morales Rosado, cuenta las vicisitudes que pasa el amante de una mujer casada. Al final comprende, como en una especie de momento introspectivo y por palabras de uno de sus buenos amigos, que el verdadero ‘cabrón’ era el.

     ‘La cabeza de Medusa’, de Blancairís Miranda Merced, es una especie de caricatura que muestra cómo las tragedias se convierten en espectáculos y exhibiciones en los que el único que nunca se divierte es la víctima. Este cuento-caricatura retrata en cierta manera a la cultura puertorriqueña del festejo y el morbo, y nos dice que nos olvidamos del necesitado en el primer momento en el que se nos presenta un salvador o un motivo para deshacernos de nuestras responsabilidades. Siento que este cuento merece un análisis más profundo por todo lo que dice de nuestra cultura idólatra, pero yo no lo voy a hacer en este espacio.

     ‘Despertar’, de Sandra Santana Segarra, es una pequeña muestra del origen de casi todos los problemas en las sociedades machistas. Con menos de dos páginas Santana se las arregla para exponer en qué momento preciso es que nuestra inocencia se ve trastocada por la violencia, dando paso a ese ‘despertar’ malicioso y terrible. Este es otro relato que fácilmente puede funcionar como una tesis sociológica. Excelente cuento.

     El final de ‘La hippie flaca de Cape Cod’ me decepcionó un poco. Al principio me gusta mucho por el tono aventurero del relato, luego por las descripciones de la mujer, que van y vienen entre la hermosura y la repulsión. Sin embargo, la expectativa se diluye con un final que no está malo, pero que se pudo haber trabajo mejor.

     En ‘El intruso’, sin embargo, Luccía Reverón hace una especie de calco de la idea que utilizó Miguel de Unamuno en su novela ‘Niebla’, en donde uno de sus personajes se le revela a él, al escritor. En ‘El intruso’ también hay un giro de locura que nos sorprende al final y que, de manera agradable, no se siente forzado. Sin embargo, no puedo evitar pensar en la otra obra cuando lee este relato.

     Tengo opiniones divergentes con el relato ‘Llegaron pa’ quedalse’, de Blancairís Miranda-Merced. Por un lado me divirtió la voz narrativa que eligió la autora. Utilizó un personaje puertorriqueño callejero que narra de manera muy pintoresca su supuesto encuentro cercano con una visita extraterrestre. Pronto nos enteramos de que probablemente está utilizando la historia fantástica para encubrir un asesinato, pero al final, sucede algo que valida su versión descabellada de los hechos. El relato tiene un final sorprendente, una narración intrépida y divertida. El problema, precisamente, es que se notan fácilmente una serie de oraciones innecesarias que desenfocan el relato y exageran un poco la nota de la historia. También entiendo que abusa del lenguaje vulgar en el sentido de que mutila casi todas las oraciones a un nivel caricaturesco e inverosímil. Quizás con una ligera revisión del tono utilizado se pueda lograr esa armonía tan atractiva entre los fabuloso y la realidad; la de la calle verdadera.

     Cuando escribimos historias, usualmente es bien difícil generar una atmósfera que transmita una sensación específica y que mantenga al lector encasillado hacia un destino preciso, que es el desenlace de la historia que pretendemos contar. ‘Los Dieppa’ es un relato de misterio que me sumergió en su intriga desde el principio. Casi ninguna de sus palabras está demás; son exactas y aumentan el suspenso hasta el final, con un desenlace desesperante que fue producto de la carga emocional que provocó en mí mientras lo leía. ‘Los Dieppa’, de Sandra Santana Segarra, ha sido el cuento más gratificante de esta antología literaria. Es un éxito, al igual que ‘Despertar’, de la misma autora.


     ‘Tarde’ es el tercer y último relato de Sandra Santana Segarra en la antología de ‘Vivir del cuento’. Al igual que sus otro dos relatos, este también es excelente, aunque no tanto como ‘Los Dieppa’ o ‘Despertar’. De todas maneras sobresale sobre sus compañeros porque cuenta sus historias con precisión y economía. Construye finales sorprendentes que a la misma vez invitan a la reflexión porque cada relato va cargado con un trasfondo sociocultural universal. Sus ideas son bien pensadas porque podemos ver que nos está transmitiendo algo mucho más trascendental que lo que simplemente se nos está narrando. Puedo ver que a Santana Segarra le preocupan mucho los temas del origen de los problemas de la mujer moderna. Los escribe tan y tan bien que no podría decir con facilidad si ella pretende un sarcasmo, una burla o una reivindicación de sus personajes, que pueden ser muchas personas reales. Como soy un tipo cursi me inclino por pensar que la autora prefiere presentarnos personajes imperfectos, o sea, personas humanas, reales, que aún con todas sus faltas podemos seguir sintiendo su dolor. Esa clase de empatía que ella logra que sintamos por un anti-héroe o por una persona ‘dañada’ (copiado del inglés) es admirable y requiere de mucha destreza. Me encantaría leer una novela o un libro de cuentos de Sandra Santana Segarra. Quiero ver que siga cultivando esta visión narrativa tan delicada.

     ‘Pai Primo’, de Juan Félix Algarín Carmona, es como una larga estampa que solamente se justifica como relato cuando unimos el primer pedazo de la narración con el último. Es una buena historia costumbrista, pero si se le quita todo el relleno preciosista y se unen directamente el principio con el final hubiese funcionado igual, quizás hasta mejor. Uno o dos párrafos de descripciones, una página al máximo, hubiesen sido suficientes para la ambientación que el autor buscaba.

     ‘Caricias que matan’, de Blancairis Miranda Merced, es el primer microrelato que me llama la atención en esta antología. El final me erizó los cabellos. Muy bien construido.

     Al final del libro tenemos el tercer cuento de Andrés O’Neil: ‘Odas para el fin’. Primeramente tengo que decir que mi opinión sobre este relato va a estar prejuiciada por mis gustos musicales. ‘Odas para el fin’ es un cuento lleno de energía y desespero emocional. Un joven va conduciendo una Corvette por la autopista a más de cien millas por hora. Es de noche y va escuchando un ‘mix’ de música de rock pesada que preparó para esa ocasión especial: la noche de su suicidio. Adrés O’Neil construye una atmósfera de tensión emocional en el lector debido a la conducta arriesgada e irresponsable del personaje principal. Sin embargo, a medida que la velocidad aumenta y las diferentes canciones van pasando, el joven muchacho va haciendo un recuento de los momentos más alegres de su niñez, y luego cómo esas preciosas memorias se vieron trastocadas por el abuso sexual que recibió por parte de un sacerdote. Uno diría que esta es otra historia más de abuso, de las que ya nos hemos ido inmunizando, desgraciadamente. Sin embargo, la atmósfera y el trasfondo que el autor eligió son geniales; la ira y el desespero se sienten perfectamente, hasta el último momento, el final del libro, el final de la vida del joven muchacho, y el final de la canción ‘Auf Wiedersehen’, de ‘Cheap Trick’. Dije que estaría prejuiciado porque me dio con buscar esta canción en ‘YouTube’ y (tengo que admitirlo; nunca había escuchado a Cheap Trick) mientras leía el final podía escuchar el por qué de la decisión literaria de Adrés O’Neil, algo muy parecido a lo que hizo más recientemente Maira Landa en su novela ‘Concierto para Leah’. Hice trampa, pero viví uno de los mejores finales que he visto para un libro de cuentos.

     Al fin y al cabo, he vuelto a prolongarme con mis comentarios. Ni modo.  Me divierto escribiendo. No puedo pellizcarme la mente, como cuando estoy soñando.

Mis relatos favoritos han sido:
‘Semáforo’ (Isamari Castrodad)
‘Despertar’ (Sandra Santana Segarra)
‘Los Dieppa’ (Sandra Santana Segarra)
‘Tarde’ (Sandra Santana Segarra)
‘Caricias que matan’ (Blancairis Miranda Merced)
‘Odas para el final’ (Andrés O’Neil)

Elementos literarios sobresalientes:
-El estructuralismo.
-La técnica del ‘iceberg, o el microrelato, y la brevedad en el resto de los cuentos.
-Referencias a la cultura popular.
-Costumbrismo, en algunos relatos.


Próxima entrada: Capá prieto

miércoles, 18 de abril de 2012

Libro decimoséptimo: Cada vez te despides mejor


Cada vez te despides mejor
de José Liboy Erba

     Debo admitir que cuando terminé de leer el primer relato ya había perdido las ganas de seguir leyendo el libro. No me gustó ese primer relato. Sin embargo, casi una semana después me dije “fue solo el primero; hay otros 38 que pueden ser mejores”. De manera que cuando terminé de leer el segundo relato, “Cine Río Piedras”, de repente sentí que estaba leyendo otro libro completamente. ‘Cine Río Piedras me gustó mucho’; aquí tienen una pequeña cita:

“Si hubiese un segundo diluvio universal, Dios le ordenaría a Noé que construyera un cine. Las parejas de enamorados llegarían por su cuenta.”

     Con una brevedad agradable, Liboy Erba hace un planteamiento romántico-existencial sobre el destino y la utilidad de los cines y de la naturaleza de los amantes y las parejas de enamorados, todo esto mientras nos cuenta una historia de una manera divertida, a pesar del monólogo interno.

     El tercer relato es igualmente impresionante. ‘La dificultad de mantener una hombría’ es un gran acierto en términos de creatividad pues, con elementos totalmente cotidianos, nos presenta una historia que raya en lo descabellado y fantasioso, pero que no nos hace dudar ni por un momento el propósito metafórico y crítico hacia el machismo y cómo destruye y deshumaniza ‘al pueblo’ y a ‘la familia’. Para que tengan una idea de la genialidad de este texto, aquí les dejo una cita de ‘La dificultad de mantener una hombría’:

“Mi muchacho me contó que vieron a Heráclito poniendo una flor que no se desmigajaba en la tumba de su mujer. El muchacho de mi amigo me contó que lo vio llorar… Heráclito se atrevía a ser marica.”

     ‘La poética de Antonio García’ es otro relato que llama la atención porque convierte al terrible y conocido ‘Toño Bicicleta’ en una especie de poeta fracasado que se valía del asesinato para librarse de “la esclavitud de las palabras”.

     Más adelante en el libro (y para no detenerme en cada uno de los treintainueve relatos) me encuentro con un pequeño relato titulado ‘Isabela’ que, aunque simple y pasajero, no se me escapa el hecho de que esta es una reacción que me ha provocado el mismísimo cuento. No es un aspecto de la estructura o de su calidad literaria; ‘Isabela’ retrata con prisa, casi con nostalgia, el modo de vida en un pueblo pequeño, o quizás el choque de volver (o de querer volver) luego de quedar tanto tiempo lejos.

      Enseguida nos encontramos con ‘La vieja ambulancia’ que, aunque no es un relato particularmente impresionante, utiliza una de mis técnicas favoritas: la intratextualidad, en específico con el relato anterior, ‘Isabela’. El cuento es realmente tedioso, y solamente lo salva el final que nos hace compadecernos del dolor oculto que sufre el personaje principal. Aún así, el mero hecho de tener un final acertado y emocionante, no justifica dar una lata aburrida y a lo largo del resto del texto. Para mí, eso no funciona.


     En ‘Cada vez te despides mejor’ hay una serie de relatos que tiene versiones alternas. Por ejemplo, tenemos ‘La cocina’ y ‘La cocina (Segunda versión)’. Así también están ‘El piano’ y Hortensia’. La primera versión de ‘La cocina’ me causó mucha confusión; leerlo no fue una experiencia agradable. Si hay algo importante que un escritor debe tener en cuenta al escribir narrativa es que al leerla el lector debe sentir que es más inteligente que el autor. Eso es como una ley, y demuestra, irónicamente, que el autor realmente se las ha ingeniado para lograr producir esta sensación en el lector. Yo me he sentido inepto e indigno de entender ‘La cocina’. Para colmo, enseguida me encuentro con una segunda versión de la misma historia (como si fuese una apología a la confusa historia original). La segunda versión aparentemente está contada desde el punto de vista de un hombre que en el otro cuento era un niño y personaje secundario. Es divertido leer la misma historia desde dos perspectivas tan diferentes; lo que no es bueno es que el primer cuento dependa del segundo para que haga sentido completamente. Se supone que un cuento sea autónomo, independientemente de que encierre un intratexto o una referencia histórica, entre otras cosas.

     En ‘La tercera versión’ siento desde el principio que viene un peligroso final predecible. En realidad se trata de un relato chejoviano que no tiene nada que esconder y que se vale meramente de lo que hacen o dicen los personajes para contarnos con toda la sinceridad del mundo la historia de un atribulado escritor que tiene problemas mentales y que quiere recuperar a su ex esposa y a su hijo. Es con este tipo de relato que odio no poder comentar el texto de una mejor manera porque realmente la magia no está en lo que se dice, sino en cómo se dice. ‘La tercera versión’ es un cuento excelente (y no tiene que ver nada con el cuento ‘La cocina’).

     ‘Las guirnaldas’ es un relato gracioso. Básicamente, el personaje principal cuenta con sorprendente elocuencia una retrospección en la que su vecina le coquetea y se le insinúa. Yo creo que lo genial del relato está en contar una historia descaradamente simple con oraciones muy pensadas y muy bien estructuradas. Otro aspecto admirable del relato es que tampoco cae en la lata, considerando el estilo narrativo cómico. Por otro lado, sí me parece que hay una leve variación en el tono cómico a mitad del relato, pero se recupera al final, cuando cierra con esta memorable hipótesis:

“La gente no quiere tomar responsabilidad de sus propias fantasías, quizás por eso buscan a otros que les ayuden a conseguirlas.”

     El cuento que sigue es aún mejor. ‘Los enfermos del Dr. Clemencio Batista’ es otro relato divertido e ingenioso que cuenta el clásico cliché del ‘mal de amores’ como una verdadera enfermedad (¿acaso no lo es?). De momento parece sucumbir a la payasada ocasional:

“Es decir, necesitaba una (mujer) como el bacilo de Koch; letal por cualquier ángulo que se le mirara.”

Pero en otros momentos el humor simplemente se convierte en algo bello:

     “La idea era provocar que Canario se enamorara de Dora, luego tomar nota de sus actos, que revueltos en su mentalidad poética serían suficientemente elocuentes para inventar una nueva enfermedad.”

     Aunque este relato presenta ciertos descuidos esporádicos por el lado del humor, realmente no me molestan porque son la consecuencia de un atrevimiento a darle colores más brillantes a las oraciones. Prefiero sonreírme con una bromita pasajera y disfrutar del resto de la prosa intrépida, que chuparme un bloque de texto aburrido con la esperanza de encontrarme con un final justiciero que a veces, honestamente, no llega.

     Pasando de largo un par de cuentos, tenemos a ‘Marido perdido’. Aquí el autor establece una serie de símbolos ingeniosos para contarnos cómo hace un pseudo-detective para lidiar con la resolución de un extraño caso de desaparición. Lo importante de este relato no es la historia detectivesca, sino el significado que poco a poco va cobrando sentido con los extraños símbolos que el autor establece, creando una historia detectivesca dentro de otra.

     El primer párrafo de ‘La buena buruquena’ concluye de la siguiente manera:

“Música de secretaria en celo entra por mis riñones, suavemente. De pronto salgo gritando por la sala y la señora me mira. Voy a la cocina de nuevo y me sirvo café.”

No puedo dar una opinión honesta sobre este relato, ni siquiera una conjetura pretenciosa porque, sinceramente, no entendí nada. Por lo menos no me sentí 'indigno'. Solo quería decir eso. Siguiente relato.

     “(La miseria) es una droga y no crea hábito” es un excelente relato breve que captura la vida miserable de un aparente inmigrante en un lugar al que no logra adaptarse completamente. El único problema que tengo con el relato es que al final, en el último párrafo, me encuentro con una especie de reflexión o divagación filosófica que involucra el cigarrillo, la costumbre y la miseria. Creo que ese final no funciona porque en el párrafo anterior ya tenía la impresión de que el relato había acabado perfectamente.

     Luego vienen las dos versiones de ‘El piano’. ¡Estas sí las entendí! La temática no es común pues habla de un hombre joven que hace una introspección de su niñez al conocer a una mujer que tiene un niño sin padre. Mientras el autor nos cuenta la extraña relación, a la misma vez nos relata parte de la niñez de este hombre joven que llega a querer a la mujer y a su niño. En la segunda versión podemos encontrar esta hermosa línea:

“Yo sabía que una persona que vivía cerca de una carretera al menos tenía todavía la esperanza de recuperar a un familiar.”

Sin embargo, es también en esta segunda versión de ‘El piano’ que vemos de trasfondo una especie de historia del origen del libro de Liboy Erba. No es algo descabellado, pero me rompe con la bella ficción que (haya o no haya sido realidad) me va construyendo sobre esta especie de cuasi-familia.

     Luego de otros cuantos relatos tenemos a ‘Noches de Bengala’, que es probablemente el relato que más he disfrutado en ‘Cada vez te despides mejor’. Este relato es una ficción muy bien lograda, sencilla, con algo de palabrería redundante al principio, pero no es mucha. Es un cuento breve que habla de la locura, de la miseria (mejor que en ‘(La miseria) es una droga y no crea hábito’), de la solidaridad, de la aventura y del amor. Todo en un par de páginas. ‘Noches de Bengala’ es una experiencia literaria exquisita. Aquí la palabra escrita se transforma en belleza espiritual, por lo que es probablemente el mayor acierto del libro.

     Entonces hay tres cuentos que tratan de un hombre de apariencia horrible. Tanto el primer cuento, ‘Retrato del pez gato’, como el tercero, ‘Las gárgaras del pez gato’, no son muy emocionantes porque apenas se quedan en la descripción y no nos dicen mucho más, pero el segundo relato, ‘Las penas del pez gato’, es otra de esas piezas literarias excelentes que podemos encontrar en ‘Cada vez te despides mejor’. Es un relato que se aleja del habitual lenguaje rebuscado que tiende a utilizar Liboy Erba. También mantiene un tono gracioso, funciona como un texto autónomo y tiene el final más impactante de todo en el libro. ‘Las penas del pez gato’ es otro gran acierto de Liboy Erba.

     Los relatos al final del libro son un poco más extensos, pero esto es una consecuencia del léxico y el tono seleccionado en alguno de estos relatos, que al final parecen más bien una majadería inconsecuente. Uno de estos relatos, sin embargo, me llamó la atención sobre los demás. ‘Perder el trabajo’ es otra de esas historias sencillas que se ganan fácilmente al lector; al menos a mi. Tal parece que en la medida en que la historia sea más sencilla y contenga un lenguaje menos rebuscado, más atractiva y funcional se vuelve ante mis ojos. Pero yo creo que esto me sucede solamente con Liboy Erba. En este libro hay muchas historias que parecen más bien anécdotas o reflexiones, y en medio de todo ese mar introspectivo hay una serie de relatos que brillan por su elegancia, sobriedad y sencillez.

     Tengo que señalar que, a pesar de haber leído una tercera edición del libro, me topé con varios errores de edición que no son usuales en un texto de Isla Negra. Para ser un poco más específico, me encontré con varias palabras incompletas, abuso en el uso de las comas, en especial en los primeros relatos, falta de acentos y una que otra discordancia en los tiempos verbales.

     En resumidas cuentas, creo que mi lectura de ‘Cada vez te despides mejor’ puede describirse como un claroscuro fantástico, como un agridulce oriental o como un tirijala a la burro de una pesada roca. Los textos no son malos, pero tampoco son para todo el mundo. Hay relatos geniales que, sea como sea, siguen siendo aburridos (por ejemplo, ‘La tercera versión’), como también hay relatos con prosa torpe que, sin embargo, divierten y mantiene un color brillante a lo largo de los treintainueve relatos cortos (por ejemplo, ‘Los enfermos del Dr. Clemencio Batista’). Como ya he mencionado, también hay algunas joyitas dignas de ser esculcadas y leídas con la mayor atención del espíritu. Aquí los dejo...

Mis relatos favoritos han sido:
‘Cine Río Piedras’
‘La poética de Antonio García’
‘Los enfermos del Dr. Clemencio Batista’
‘Noches de Bengala’
‘Las penas del pez gato’
‘Perder el trabajo’

Elementos narrativos predominantes:
-La atención a la estructura
-La brevedad
-La introspección
-La retrospección
-El ensayo convertido en cuento


Próxima entrada: Vivir del cuento

jueves, 5 de abril de 2012

Libro decimosexto: Epidemiología, narrativa post influenza AH1N1


Epidemiología, narrativa post influenza AH1N1
de Yolando Arroyo Pizarro

     Este es el segundo libro que leo de Yolanda Arroyo Pizarro. Permaneciendo fiel a su estilo transgresor y naturalista, la autora se las ingenia para entregarnos dos muestras de narrativa sumergida en un momento específico de la historia puertorriqueña. Este libro relata la vida de las personas en medio de la epidemia del virus AH1N1. ‘Epidemiología’ pone en un contexto diferente y atribulado de la historia a los personajes cotidianos que tienen sus propios problemas.

     En ‘Delineador’ nos encontramos con una mujer joven que está lidiando con un padre enfermo, posible paciente de cáncer. La autora nos entrega detalles cotidianos de la enfermedad del papá de Vanesa mientras a la misma vez nos va soltando detalles del pasado de la pequeña familia, de la madre que los abandonó, y de la relación pasajera que la mujer consigue con un joven gótico que conoce en el hospital. La incertidumbre de Vanesa la lleva a estudiar los procedimientos médicos que le van a realizar a su padre, cosa que, de cierta manera, le ablanda el corazón y la lleva a ser cómplice de su padre al desobedecer las indicaciones de su médico. Mientras tanto, vemos pinceladas frutales de la relación entre Vanesa con el chico, quien está velando a su ex novia recluida en el hospital. La autora nos deja algunas pistas de la infección de la ex novia con el virus y nos siembra una interrogante al final del relato con un simple gesto de Vanesa al tocarse los labios.

     El segundo cuento se llama ‘Boreales’. ‘Boreales’ es más bien una especie de historia que se siente como de ciencia y ficción. Trae a la luz los elementos de una pandemia descontrolada y mortífera. También, al principio, despliega una especie de prosa poética en el contexto de una aurora boreal que, más adelante, nos enteramos de que es una brillante metáfora de lo que es y de lo que hace el temido virus que solamente ataca a los hombres.

“Es interesante el hecho de que un hombre, al que se le vendan los ojos durante la manifestación de una resplandeciente aurora boreal, cada vez que  se produce una brillante ráfaga de luz auroral, piense:
‘¿No la oyen?’.”

     La pandemia inventada y el fenómeno anormal de la aurora boreal son una manera divertida de cambiarle el tono al tema de la narrativa post-influenza AH1N1. La trama de ‘Boreales’ sigue a un par de mujeres que buscan refugio en una granja de ovejas, alejándose del resto del mundo para vivir juntas. Detrás de los horrores de la enfermedad vemos matices amorosos y la intromisión del ‘hombre virulento’, cuando un extraño vacunado las visita y se queda con ellas.

     Me he dado cuenta de que Yolando Arroyo Pizarro caracteriza a sus personajes a través de historias dolorosas y orgánicas. Me gusta que puedo descubrir poco a poco al personaje de Helena, por ejemplo, mientras voy recopilando imágenes intrépidas de la narrativa transgresora de Yolanda Arroyo Pizarro. Al igual que Lina Nieves Avilés, en Waltzen, a veces Yolanda Arroyo Pizarro también utiliza datos científicos para construir una interesante imagen o para conectar los hechos en la historia. Como ya había mencionado en otra entrada, utilizar información empírica y convertirla en algo bello es una técnica difícil y digna de admirar. ‘Boreales’ es otra muestra de esto. ‘Epidemiología’ es su testamento.

     Quizás habla el atorrante conservador que pulula en las profundidades prehistóricas de mi subconsciente, o quizás sea el adolescente romántico que vivió solamente luego de morirse, pero mi relato favorito ha sido ‘Delineador’. ‘Boreales’ es más llamativo, pero ‘Delineador, a mi entender, tiene una mejor construcción y, por lo tanto, es más delicioso.

Elementos importantes en ‘Epidemiología’:
-El estilo naturalista de la narrativa, en especial por el contexto plagado de enfermedad y cotidianidad.
-Información empírica o científica.


Próxima entrada: Cada vez te despides mejor

lunes, 2 de abril de 2012

Libro quinceavo: Cuentos de los últimos días

Cuentos de los últimos días
de Hiram Lozada


     Creo que este es el libro de cuentos de autoría puertorriqueña más antiguo que he comentado en mi blog hasta este momento. ‘Cuentos de los últimos días’ fue publicado en el 1998. Naturalmente, pertenece a la corriente contemporánea de literatura que he estado leyendo, y es divertido observar las transiciones temáticas y estilísticas hacia las nuevas tendencias desde los finales del siglo pasado hasta ahora.

     Me ha gustado mucho el título elegido por Hiram Lozada para su libro. ‘Cuentos de los últimos días’ tuvo que ser algo dramático y llamativo cuando nos estábamos acercando al 2000. Sin embargo, no le resta vigencia que el mundo todavía no se haya acabado. Luego de leer el libro comprendo que carga con la temática de la superstición y de cómo desemboca en la desgracia. ‘Cuentos de los últimos días’ no es otra cosa que un testamento de la angustia y de la expectativa colectiva ante situaciones que se nos sugieren fantasmagóricamente y que aparentan ser inevitables.

     El primer cuento se titula ‘El caso de la desaparición de Jane Montgomery’, y es probablemente mi cuento favorito de todo el libro. Antes de continuar, tengo que confesar que detesto las historias detectivescas. Estoy harto de leerlas y de verlas perdurar. Me parecen aburridas. Con esto dicho, tengo que resaltar que ‘El caso de a desaparición de Jane Montgomery’ es un cuento detectivesco. Al principio ya me había formado un prejuicio y leía el cuento con cierto desgano, pero al encontrarme con el final mi reacción inmediata fue quedarme con la boca abierta. Al revisar el epígrafe, “Todo es cuestión de método”, de Hércules Poirot, tampoco pude evitar que se me saliera una sonrisa. Muy buen cuento, señor Lozada.

     Cuando me encuentro con el segundo relato, ‘El reino del lago’, de inmediato comprendo que el autor está explorando diferentes estilos narrativos. El primer cuento es una historia detectivesca, el segundo es un cuento de hadas. En ‘El reino del lago’ Lozada se vale de la anticipación y de una rápida construcción de un mundo mágico para sumergirnos en el peculiar dilema del príncipe. Al final, cuando sentimos que ya todo se ha arreglado perfectamente, el autor utiliza un detalle que había establecido al principio del relato sobre la idiosincrasia de los ciudadanos del reino del lago: que harían todo al revés para ahuyentar a los demonios. Así, con una decisión atropellada y supersticiosa, se pierde todo el reino cuando tuvieron la oportunidad perfecta para trascender su condición. En cierto modo, podemos decir que ‘El reino del lago’ es un cuento de hadas existencialista.

     ‘Los días postreros de la Villa Soledad’ es un relato que intenta establecer una intriga con una serie de personajes que espera la manifestación de una profecía descabellada. El problema es que el relato se extiende durante varias páginas sin que la acción se mueva gran cosa y sin que ocurra algo verdaderamente importante. Además, la historia parece bastante predecible pues ya muchos estamos familiarizados con la historia del personaje ‘loco’ que profetiza algo y que al final se cumple, pero por un accidente o por una ironía. El cuento tiene un final interesante ya que el autor trata de conectar la idea de la tragedia con la presencia de una refinería que descarga desechos tóxicos en la vecindad, pero me parece que, más que una critica social, la idea parece un elemento forzado dentro de la narrativa ya que apenas se menciona la refinería un par de veces, y solamente para propósitos de ambientación. Este cuento me recordó ‘Algo muy grave va a suceder en este pueblo’, de Gabriel García Márquez, por el estilo y la idea, pero le falta un mejor desarrollo para evocar en mí la misma devoción que el clásico.

     El cuarto relato, ‘Lolita’, es la historia del fantasma de una prostituta asesinada. Este cuento es una genial demostración de narrativa sencilla y de un excelente uso de la anticipación para sorprendernos cuando nos encontramos con el final. Como bono, y compensando la pobre técnica del cuento anterior, ‘Lolita’ también aprovecha la técnica del desdoblamiento, haciéndose eco harmonioso del estilo clásico de Julio Cortázar. ‘Lolita’ es otro acierto de Lozada en ‘Cuentos de los últimos días’.

     En ‘La movida’ vemos una vez más cómo el autor adopta otro tono diferente para narrar la nueva historia. Esta vez tenemos a un narrador más ‘vulgar’ (en el sentido correcto de la palabra). Aunque la voz narrativa es refrescante, me resulta algo inverosímil pues se trata de un agente o mensajero de un punto de drogas, pero que suena sumamente ingenuo, casi infantil. Queda claro que se trata de un muchacho joven, pero me resulta difícil imaginar a una persona tan despreocupada y alegre sumergida en semejante ecosistema. Aparte de este detalle, Lozada cuenta una historia muy relevante en ‘La movida’. Hay una confesión de nuestro personaje ingenuo a mitad de historia: “fuera del punto no había vida”. Creo que es una de las frases más poderosas del libro porque es una anticipación que funciona a la misma vez como síntesis del conflicto y de la vida del desapercibidamente atribulado personaje principal. Me resulta difícil comentar ‘La movida’ porque realmente es un cuento muy bueno que a la misma vez peca de ingenuidad severa. Al leerlo recuerdo ‘a.C. & d.C.’ de Francisco Font Acevedo, y no puedo evitar recordar también al personaje de Cisco, que también era un joven muy metido en el mundo de las drogas. Al fin y al cabo no se si soy yo el ingenuo o si realmente tengo algo de razón en mi juicio. Probablemente soy el enajenado, y eso es lo más aterrador porque en el fondo sé que hay niños que son manipulados para que trabajen la droga desde muy jóvenes.

     ‘Cuento de vecinos’ es la historia de una urbanización encantada. Lozada trabaja el clásico relato de terror en un entorno más o menos contemporáneo. Naturalmente, también vemos una reincidencia en el tema de la superstición.


     ‘La deuda’ es un cuento más bien jocoso. Es cruel también pues cuenta cómo una madre campesina paga una deuda con una mueblería prestando el cuerpo virgen de su hija. El tono cómico, casi caricaturesco, se mantiene hasta el final y cierra con una queja iracunda que nos exprime una sonrisa del rostro.

     El último cuento utiliza otro recurso narrativo; el más interesante o intrépido en el libro: el desbordamiento o flujo de consciencia. Es la primera vez que veo en un cuento puertorriqueño contemporáneo un desbordamiento de consciencia. Esta técnica narrativa ha caído en desuso y ya apenas es utilizada por los escritores posmodernos. El último cuento del libro se titula ‘De cómo un agujero de ratón reveló cosas misteriosas y extrañas (y dejó boquiabiertos a todos)’, y recibió un segundo premio del ateneo puertorriqueño en el 1974.  La consciencia narrativa en 3ra persona omnisciente fluye narrando de una manera imparable la intervención en una casa en donde había muerto un hombre que se robaba los recuerdos de las otras personas. El pueblo descuida todos sus quehaceres para velar los recuerdos del muerto mientras se descompone. Es un cuento extraño y surrealista, y me cuesta identificar qué es lo que me está diciendo más allá del simple absurdo de un pueblo olvidadizo o, peor, hipócrita.

     ‘Cuentos de los últimos días’ es un libro en donde hay una rica variedad de estilos narrativos y de técnicas literarias. A pesar de los aciertos de Lozada, cabe señalar que el libro viene con una serie de defectos editoriales menores. Por ejemplo, hay un par de acentos demás en el nombre de ‘Bacilio’ en el cuento ‘Los días postreros de la Villa Soledad’, además de algunas discordancias entre los tiempos verbales en el primer y cuarto relato. También hay un mal uso de los guiones en algunos diálogos, entre otras cosas. No es algo terrible, pero considerando que el libro lleva un sello editorial se le debió haber prestado una mayor atención a estos detalles técnicos. Hay que recordar que un una obra literaria es un trabajo estético, y la presentación también es importante para disfrutar completamente de la experiencia artística.

Mis relatos favoritos han sido:
‘El caso de la desaparición de Jane Montgomery’
‘Lolita’

Elementos narrativos predominantes:
-La anticipación de los hechos
-La superstición
-El desdoblamiento (en ‘Lolita’)
-El flujo o desbordamiento de consciencia (en ‘De cómo un agujero de ratón reveló cosas misteriosas y extrañas')


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