viernes, 22 de febrero de 2013

Libro vigesimoséptimo: Tegucigalpa

Tegucigalpa
de Cindy Jiménez-Vera
     Tegucigalpa es un libro-juguete. El editor ha dicho que se puede leer como novela, como poesía o como una colección  de micro-cuentos. Al principio esta idea me pareció algo disparata; sin embargo, Tegucigalpa me ha demostrado que este acercamiento multigénero es una posibilidad real. Debido a esta virtud literaria, es posible realizar varias lecturas diferentes del pequeño libro de Cindy Jiménez-Vera. Naturalmente, como este blog es dedicado al cuento puertorriqueño contemporáneo, comentaré la primera lectura que le di a Tegucigalpa: los microrelatos.
     El libro está dividido en cuatro partes. La primera se titula igual que el libro: ‘Tegucigalpa’. Esta primera parte introduce el tono fantástico de la propuesta. A través de los ‘microcuentos’ vemos el origen del personaje principal: una mujer llamada Tegucigalpa. En ‘Soy la hija del mago’ una nota al calce al estilo de Jorge Luis Borges sostiene un globito apalabrado (literalmente) en donde conocemos el origen de Tegucigalpa. En el cuarto microrelato Tegucigalpa asesina a su esposo clavándole una tachuela en el trasero (su esposo es un globo). En otros relatos, sin embargo, la autora se garra del intertexto con La odisea, la obra de Gogol y los musicales de Broadway para crear otros microleratos.
     Los relatos de esta primera parte son particularmente conceptuales y hay que pensarlos un largo rato para descifrarlos, pues son rompecabezas mentales que la autora nos presenta para que nosotros mismos hagamos las historias con nuestra imaginación. También, los microrelatos de Cindy me recuerdan el estilo conceptista de Francisco de Quevedo, que relacionaba dos conceptos que tenían una palabra en común para así crear un chiste; en el caso de ‘Tegucigalpa’ no son chistes, sino microrelatos.
     La segunda parte del libro se titula ‘Ublek’ y comienza con una cita del Worstward Ho de Samuel Becket que evoca la existencia moderna e individualista: el fracasar y reintentar una y otra vez. Así, la autora muy astutamente establece un tono y hasta una atmósfera para lo que viene entonces. Aquí el tema de los microrelatos concierne al mundo real —siempre a través de la fantasía—. Los microrelatos de ‘Ublek’ son todos críticas sociales ingeniosas de la posmodernidad que van desde la guerra contra el terrorismo hasta la debacle de la industria editorial.
     Me llama la atención el epígrafe de ‘Nomograma’, que es, precisamente, un nomograma simple que esclarece la intención del experimento que realiza el protagonista. En ‘Patria’, Puerto Rico no tiene sentido. En ‘Soneto anónimo hallado en el bolsillo de un soldado ubleko me da la gana de afilar la punta del lápiz e interpretar a Filadelfia como un símbolo de la iglesias mencionada en el libro del Apocalipsis. “Sean santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16) dice Juan a su carta a la iglesia de Filadelfia, lo que me hace pensar en el suicidio patético del comediante que cita el soldado ubleko pues uno de los versos del soneto-microrelato dice “no hubo aureolas, luces, no hubo alas.” y luego “Mejor aquí que en Filadelfia...”, haciendo referencia a la guerra y la muerte irónica del soldado. Por otro, el soneto también puede referirse al poco humor del comediante al suicidarse en medio de una función. Bah! Las dos interpretaciones me gustan. ‘La lluvia’ es una payasada erudita que me hizo reír mucho. ‘82’ me provocó una ira feliz y fue mi microrelato favorito de la parte de Ublek junto con ‘79’, que son la misma cosa narrativa. Al final conocemos el misterio de la victoria de los prosistas en la guerra civil ubleka. ¡Qué viaje divertido! ¡El asombro borgeano está por todas partes!
     La tercera parte del libro, denominada ‘Letrados’, alude a los experimentos literarios que realizó José María Méndez con sus cuentos-poemas construidos con palabras que comienzan todas con la misma letra. En este caso, Cindy Jiménez-Vera es un tanto más audaz en el experimento por dos razones principales: la primera se debe a que ‘Letrados’ se compone de ocho historias, todas confeccionadas con el mismo dulce literario, y la segunda, que son todos microrelatos efectivos. Mi favorito es ‘Aviso’ pues la propia autora sentencia su abuso de la aliteración.
     En la cuarta parte nos topamos con dos citas que demonizan la inocencia, o más bien, la ingenuidad. La cuarta parte, ‘El infierno’, está compuesta por los microrelatos más convencionales que aparecen en ‘Tegucigalpa’. Para mí fue una extensión de la segunda parte, pero dedicada exclusivamente a los azares y experiencias terribles de la niñez. Aquí los niños son nigromantes, capitalistas, poetas, iconoclastas, caníbales, hechiceros, víctimas. La pregunta que me queda es: ¿Quién los ha deshumanizado? ¿Ha sido ellos mismos, o acaso fue el mundo posmoderno? Lo genial de esta parte es que los niños no son monstruos trillados, sino que sus propias acciones ‘inocentes’ tienen consecuencias terribles o sugieren personalidades trastornadas que un futuro significarán la perdición. Tampoco son consecuencias explícitas, sino que se sugieren con gran destreza pues todo lo demás sucede dentro de mi cabeza. Esto es un efecto que logran los buenos microrelatos. A pesar de la fantasía, nunca faltan los elementos y referencias al mundo real que son las que nos impresionan por su pertinencia. Por eso amo esta parte de ‘Tegucigalpa’.
     Al final del libro creo que lo único que me decepcionó un poco fue que hubiera querido saber un poco más de la ‘Tegus’. Solo un poco más. Pero esa es otra lectura diferente que podría hacer de esta cosa mutante, este juguete literario que ha creado Cindy Jiménez-Vera. Por ahora, les dejo mi noción de los ‘microrelatos’.


     Finalmente, tengo que destacar el diseño sofisticado con el que Erizo Editorial ha privilegiado sus libros. ‘Tegucigalpa’, en especial, tiene una portada espectacular que recoge gran parte del simbolismo de la primera parte del libro. Desde ‘Waltzen’, de Lina Nieves Avilés (La Secta de los Perros) no veía un diseño de libro puertorriqueño tan seductor. También tengo que felicitar a la autora por darle un giro diferente al género del microrelato y mezclar los juegos de palabras y conceptos con la erudición. Enhorabuena.

Mis ‘microcuentos’ favoritos de cada una de las cuatro partes del libro son:
‘Arroz con frijoles, plátano y huevos’ (de Tegucigalpa)
‘79’ —y también ‘82’— (de Ublek)
‘Aviso’ (de Letrados)
‘Tríptico del hambre’ (de El infierno)


Elementos narrativos sobresalientes:
-Conceptismo. Los relatos son rompecabezas juguetones de conceptos que tienen algo en común.
-Intratextualidad. Los relatos se solapan unos con otros.
-Intertextualidad. Los relatos hacen referencia a otras obras antiguas.
-Microrelatos juguetones.
-Aliteración pensada y efectiva en la tercera parte del libro.
 

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Libro vigesimosexto: Cuentos para jóvenes menores de 99 años


Cuentos para jóvenes menores de 99 años
de José Vilasuso

     Luego de una divagación prologuista, damos con el primer cuento, titulado ‘El mejor restaurante de Río Piedras’. Llama la atención el epígrafe: una carta de los platos que se sirven en el restaurante. Luego comienza a modo clásico, con una introducción un tanto lenta y apalabrada. Sin embargo, vale la pena esperar hasta las próximas escenas del cuento para ver el nacimiento de la trama: un montón de gente visita el restaurante, aunque no van a comer. Queda la incógnita latente de qué es entonces lo que la gente va a hacer al restaurante, cosa que se disfraza muy bien, precisamente, por los juegos fonéticos y aliteraciones, a veces excesivas, de la prosa de Vilasuso.
     El final definitivamente es sorpresivo, lúdico y desenfadado. El mérito de ‘El mejor restaurante de Río Piedras’ definitivamente reside en crear la interrogante sin que nos molesten demasiado las distracciones que el narrador hilvana a propósito. Al final, en parte nos engaña, en parte nos recompensa. Buen cuento, después de todo.

     El segundo cuento, ‘El hombre más feo de Bayamón’, comienza in media res, con mucha más fuerza. Vemos la trama en seguida: hay un incendio en la Plaza de Mercado. Sin embargo, de repente comienza una divagación sobre la naturaleza del protagonista feo, cosa que se desvía de la acción. A pesar de todo, la divagación a veces se torna divertida:

“...no fue nada extraño que alguno de los apasionados polemistas le transmitiera dudas tan indiscretas como: si se haría la cirugía plástica cada año, si su cráneo mongoloide rendía planilla por separado, o los colmillos de tigre se los cepillaba con dentífricos importados de Africa Ecuatorial. De inicio ante tales indiscreciones Triple nada tenía que responder.”

     Así el incendio queda como una distracción y el resto del cuento se va en las cuitas del miserable feo de Bayamón. Al final aparece un biógrafo que le entrega su libro y lo trata como ciudadano ejemplar. Sin embargo, a pesar de la salvación popular y la posible insinuación moralista, el feo no se salva de su condición; el cuento tampoco.

     Entonces encontramos un cuento excelente: ‘Cuidado con los ruidos’. Aquí seguimos a un hombre que padece de pérdida de la vista y que encuentra la salvación ocular no en trasplantes, no en operaciones con láseres, sino en unos nuevos espejuelos milagrosos. Como el protagonista es torpe, extravía el estuche y cuando regresa a la farmacia (porque no requieren receta médica) para adquirir uno nuevo, le informan que han sido retirados del mercado porque los oftalmólogos han demandado al fabricante por daños y pérdidas cuantiosas. Esta idea contrasta con el final agradable y desenfadado ya que refleja una realidad que ha sido señalada hace algún tiempo: que los intereses médicos a veces promueven el deterioro tecnológico y la salubridad barata y eficiente pues representan una amenaza a la economía profesional. Lo único que no entiendo del cuento es el título: ‘Cuidado con los ruidos’. La única conexión razonable que le encuentro vendría al final del cuento, y solo como una lúdica ironía. De todas maneras, esto es un detalle casi insignificante pues el cuento, como dije al principio, es excelente.

     En el cuarto relato, ‘Memorias de una maestra’, vemos otro genial uso del epígrafe. Esta vez se trata de una invitación de la universidad a la presentación de un nuevo libro de una de sus profesoras. Las primeras escenas son una serie de cuadros espectaculares sobre los preparativos, el preámbulo y la presentación. A pesar de que no sucede nada con respecto a la trama, las descripciones son vivas y muy familiares, pues todos hemos visto en persona lo que en el papel retrata el autor.
     El conflicto viene luego, con la preocupación de un compañero de trabajo de la universidad que le indica a la autora del libro que su publicación le traerá muchos problemas. Y el caso es que el libro parece ser una caricatura de la administración de la universidad. El tipo le recalca el vaticinio de la perdición académica, con el despido inminente incluido. Sin embargo, la autora, casi ignorándolo, al final, despacha todas estas preocupaciones con una solución elemental, graciosa y muy propia del lector puertorriqueño. Me exprimió una sonrisa este relato.

     En ‘Un cerebro en venta’ vemos a un capitalista exitoso que utiliza su fortuna para publicar un libro de ciencia ficción. La historia en sí es interesante, pero la extensa introducción y la gran cantidad de referentes a personajes importantes del mundo de la publicidad (creo) me aburrieron mucho al principio. Hay una situación que se demora en desarrollar, en parte por los diálogos fragmentados e inconsecuentes, y por otra parte también perjudican las frecuentes divagaciones pueriles. En resumidas cuentas, un diario publica un cuento que provoca un ataque en la editorial. Al final del relato hay un epílogo en el que se presenta el cuento provocador del ataque, y es, en mi opinión, la verdadera parte graciosa o genial de ‘Un cerebro en venta’.

     El último relato se titula ‘El circo de Gavetín’ y funciona como una caja china en la que se cuentan en orden de aparición los trucos y espectáculos de los diferentes integrantes del circo. Cada una de  las escenas o cuentos de ‘El circo de Gaventín’ tienen un desenlace simpático. El último, titulado ‘El tiburón invencible’, deja ver cierta tonada patriótica al final, aunque puede sonar un poco halada por los pelos. De todas maneras, son los cuentos más divertidos de ‘Cuentos para jóvenes menores de 99 años’.

Mis cuentos favoritos son:
‘Cuidado con los ruidos’
‘Memorias de una maestra’

Elementos narrativos importantes:
-Ingeniosos mini-prólogos o antesalas narrativas para la mayoría de los cuentos.
-Abuso de la aliteración y repetición de ciertos fonemas, a veces sin propósito funcional aparente.
-Estructura clásica de introducción, desarrollo y desenlace.
-Descripciones abundantes y detalladas.
-Desenlaces desenfadados y divertidos, en su mayoría.


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