Cuentos para jóvenes
menores de 99 años
de José Vilasuso
Luego de una
divagación prologuista, damos con el primer cuento, titulado ‘El mejor
restaurante de Río Piedras’. Llama la atención el epígrafe: una carta de los
platos que se sirven en el restaurante. Luego comienza a modo clásico, con una
introducción un tanto lenta y apalabrada. Sin embargo, vale la pena esperar
hasta las próximas escenas del cuento para ver el nacimiento de la trama: un
montón de gente visita el restaurante, aunque no van a comer. Queda la
incógnita latente de qué es entonces lo que la gente va a hacer al restaurante,
cosa que se disfraza muy bien, precisamente, por los juegos fonéticos y
aliteraciones, a veces excesivas, de la prosa de Vilasuso.
El final
definitivamente es sorpresivo, lúdico y desenfadado. El mérito de ‘El mejor
restaurante de Río Piedras’ definitivamente reside en crear la interrogante sin
que nos molesten demasiado las distracciones que el narrador hilvana a
propósito. Al final, en parte nos engaña, en parte nos recompensa. Buen cuento,
después de todo.
El segundo
cuento, ‘El hombre más feo de Bayamón’, comienza in media res, con mucha más fuerza. Vemos la trama en seguida: hay
un incendio en la Plaza de Mercado. Sin embargo, de repente comienza una
divagación sobre la naturaleza del protagonista feo, cosa que se desvía de la
acción. A pesar de todo, la divagación a veces se torna divertida:
“...no fue
nada extraño que alguno de los apasionados polemistas le transmitiera dudas tan
indiscretas como: si se haría la cirugía plástica cada año, si su cráneo
mongoloide rendía planilla por separado, o los colmillos de tigre se los
cepillaba con dentífricos importados de Africa Ecuatorial. De inicio ante tales
indiscreciones Triple nada tenía que responder.”
Así el incendio queda como una distracción
y el resto del cuento se va en las cuitas del miserable feo de Bayamón. Al
final aparece un biógrafo que le entrega su libro y lo trata como ciudadano
ejemplar. Sin embargo, a pesar de la salvación popular y la posible insinuación
moralista, el feo no se salva de su condición; el cuento tampoco.
Entonces encontramos un cuento excelente:
‘Cuidado con los ruidos’. Aquí seguimos a un hombre que padece de pérdida de la
vista y que encuentra la salvación ocular no en trasplantes, no en operaciones
con láseres, sino en unos nuevos espejuelos milagrosos. Como el protagonista es
torpe, extravía el estuche y cuando regresa a la farmacia (porque no requieren
receta médica) para adquirir uno nuevo, le informan que han sido retirados del
mercado porque los oftalmólogos han demandado al fabricante por daños y
pérdidas cuantiosas. Esta idea contrasta con el final agradable y desenfadado
ya que refleja una realidad que ha sido señalada hace algún tiempo: que los
intereses médicos a veces promueven el deterioro tecnológico y la salubridad
barata y eficiente pues representan una amenaza a la economía profesional. Lo
único que no entiendo del cuento es el título: ‘Cuidado con los ruidos’. La
única conexión razonable que le encuentro vendría al final del cuento, y solo
como una lúdica ironía. De todas maneras, esto es un detalle casi
insignificante pues el cuento, como dije al principio, es excelente.
En el cuarto relato, ‘Memorias de una
maestra’, vemos otro genial uso del epígrafe. Esta vez se trata de una
invitación de la universidad a la presentación de un nuevo libro de una de sus
profesoras. Las primeras escenas son una serie de cuadros espectaculares sobre
los preparativos, el preámbulo y la presentación. A pesar de que no sucede nada
con respecto a la trama, las descripciones son vivas y muy familiares, pues
todos hemos visto en persona lo que en el papel retrata el autor.
El conflicto viene luego, con la
preocupación de un compañero de trabajo de la universidad que le indica a la
autora del libro que su publicación le traerá muchos problemas. Y el caso es
que el libro parece ser una caricatura de la administración de la universidad.
El tipo le recalca el vaticinio de la perdición académica, con el despido
inminente incluido. Sin embargo, la autora, casi ignorándolo, al final,
despacha todas estas preocupaciones con una solución elemental, graciosa y muy
propia del lector puertorriqueño. Me exprimió una sonrisa este relato.
En ‘Un cerebro en venta’ vemos a un
capitalista exitoso que utiliza su fortuna para publicar un libro de ciencia
ficción. La historia en sí es interesante, pero la extensa introducción y la
gran cantidad de referentes a personajes importantes del mundo de la publicidad
(creo) me aburrieron mucho al principio. Hay una situación que se demora en
desarrollar, en parte por los diálogos fragmentados e inconsecuentes, y por
otra parte también perjudican las frecuentes divagaciones pueriles. En resumidas
cuentas, un diario publica un cuento que provoca un ataque en la editorial. Al
final del relato hay un epílogo en el que se presenta el cuento provocador del
ataque, y es, en mi opinión, la verdadera parte graciosa o genial de ‘Un cerebro
en venta’.
El último relato se titula ‘El circo de
Gavetín’ y funciona como una caja china en la que se cuentan en orden de
aparición los trucos y espectáculos de los diferentes integrantes del circo.
Cada una de las escenas o cuentos de ‘El
circo de Gaventín’ tienen un desenlace simpático. El último, titulado ‘El
tiburón invencible’, deja ver cierta tonada patriótica al final, aunque puede
sonar un poco halada por los pelos. De todas maneras, son los cuentos más
divertidos de ‘Cuentos para jóvenes menores de 99 años’.
Mis cuentos favoritos son:
‘Cuidado con los ruidos’
‘Memorias de una maestra’
Elementos narrativos importantes:
-Ingeniosos mini-prólogos o antesalas narrativas para la
mayoría de los cuentos.
-Abuso de la aliteración y repetición de ciertos fonemas, a veces sin propósito funcional aparente.
-Abuso de la aliteración y repetición de ciertos fonemas, a veces sin propósito funcional aparente.
-Estructura clásica de introducción, desarrollo y desenlace.
-Descripciones abundantes y detalladas.
-Desenlaces desenfadados y divertidos, en su mayoría.
Próxima entrada: Tegucigalpa
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