de Cindy Jiménez-Vera
Tegucigalpa
es un libro-juguete. El editor ha dicho que se puede leer como
novela, como poesía o como una colección
de micro-cuentos. Al principio esta idea me pareció algo disparata; sin
embargo, Tegucigalpa me ha demostrado que este acercamiento multigénero es una
posibilidad real. Debido a esta virtud literaria, es posible realizar varias
lecturas diferentes del pequeño libro de Cindy Jiménez-Vera. Naturalmente, como
este blog es dedicado al cuento puertorriqueño contemporáneo, comentaré la
primera lectura que le di a Tegucigalpa: los microrelatos.
El
libro está dividido en cuatro partes. La primera se titula igual que el libro:
‘Tegucigalpa’. Esta primera parte introduce el tono fantástico de la propuesta. A través de
los ‘microcuentos’ vemos el origen del personaje principal: una mujer llamada
Tegucigalpa. En ‘Soy la hija del mago’ una nota al calce al estilo de Jorge
Luis Borges sostiene un globito apalabrado (literalmente) en donde conocemos el
origen de Tegucigalpa. En el cuarto microrelato Tegucigalpa asesina a su esposo
clavándole una tachuela en el trasero (su esposo es un globo). En otros
relatos, sin embargo, la autora se garra del intertexto con La odisea, la obra
de Gogol y los musicales de Broadway para crear otros microleratos.
Los
relatos de esta primera parte son particularmente conceptuales y hay que
pensarlos un largo rato para descifrarlos, pues son rompecabezas mentales que
la autora nos presenta para que nosotros mismos hagamos las historias con nuestra imaginación. También, los microrelatos de Cindy me recuerdan el estilo
conceptista de Francisco de Quevedo, que relacionaba dos conceptos que tenían
una palabra en común para así crear un chiste; en el caso de ‘Tegucigalpa’ no
son chistes, sino microrelatos.
La
segunda parte del libro se titula ‘Ublek’ y comienza con una cita del Worstward
Ho de Samuel Becket que evoca la existencia moderna e individualista: el
fracasar y reintentar una y otra vez. Así, la autora muy astutamente establece
un tono y hasta una atmósfera para lo que viene entonces. Aquí el tema de los
microrelatos concierne al mundo real —siempre a través de la fantasía—. Los
microrelatos de ‘Ublek’ son todos críticas sociales ingeniosas de la
posmodernidad que van desde la guerra contra el terrorismo hasta la debacle de
la industria editorial.
Me
llama la atención el epígrafe de ‘Nomograma’, que es, precisamente, un
nomograma simple que esclarece la intención del experimento que realiza el
protagonista. En ‘Patria’, Puerto Rico no tiene sentido. En ‘Soneto anónimo
hallado en el bolsillo de un soldado ubleko me da la gana de afilar la punta
del lápiz e interpretar a Filadelfia como un símbolo de la iglesias mencionada
en el libro del Apocalipsis. “Sean santos, porque yo soy santo” (1
Pedro 1:16) dice Juan a su carta a la iglesia de Filadelfia, lo que me hace
pensar en el suicidio patético del comediante que cita el soldado ubleko pues
uno de los versos del soneto-microrelato dice “no hubo aureolas, luces, no hubo
alas.” y luego “Mejor aquí que en Filadelfia...”, haciendo referencia a la
guerra y la muerte irónica del soldado. Por otro, el soneto también puede
referirse al poco humor del comediante al suicidarse en medio de una función.
Bah! Las dos interpretaciones me gustan. ‘La lluvia’ es una payasada erudita que
me hizo reír mucho. ‘82’ me provocó una ira feliz y fue mi microrelato favorito
de la parte de Ublek junto con ‘79’, que son la misma cosa narrativa. Al final
conocemos el misterio de la victoria de los prosistas en la guerra civil
ubleka. ¡Qué viaje divertido! ¡El asombro borgeano está por todas partes!
La
tercera parte del libro, denominada ‘Letrados’, alude a los experimentos
literarios que realizó José María Méndez con sus cuentos-poemas construidos con
palabras que comienzan todas con la misma letra. En este caso, Cindy
Jiménez-Vera es un tanto más audaz en el experimento por dos razones
principales: la primera se debe a que ‘Letrados’ se compone de ocho historias,
todas confeccionadas con el mismo dulce literario, y la segunda, que son todos microrelatos
efectivos. Mi favorito es ‘Aviso’ pues la propia autora sentencia su abuso de
la aliteración.
En
la cuarta parte nos topamos con dos citas que demonizan la inocencia, o más
bien, la ingenuidad. La cuarta parte, ‘El infierno’, está compuesta por los microrelatos
más convencionales que aparecen en ‘Tegucigalpa’. Para mí fue una extensión de
la segunda parte, pero dedicada exclusivamente a los azares y experiencias terribles
de la niñez. Aquí los niños son nigromantes, capitalistas, poetas,
iconoclastas, caníbales, hechiceros, víctimas. La pregunta que me queda es:
¿Quién los ha deshumanizado? ¿Ha sido ellos mismos, o acaso fue el mundo
posmoderno? Lo genial de esta parte es que los niños no son monstruos
trillados, sino que sus propias acciones ‘inocentes’ tienen consecuencias
terribles o sugieren personalidades trastornadas que un futuro significarán la
perdición. Tampoco son consecuencias explícitas, sino que se sugieren con gran
destreza pues todo lo demás sucede dentro de mi cabeza. Esto es un efecto que
logran los buenos microrelatos. A pesar de la fantasía, nunca faltan los
elementos y referencias al mundo real que son las que nos impresionan por su
pertinencia. Por eso amo esta parte de ‘Tegucigalpa’.
Al
final del libro creo que lo único que me decepcionó un poco fue que hubiera
querido saber un poco más de la ‘Tegus’. Solo un poco más. Pero esa es otra
lectura diferente que podría hacer de esta cosa mutante, este juguete literario
que ha creado Cindy Jiménez-Vera. Por ahora, les dejo mi noción de los ‘microrelatos’.
Finalmente,
tengo que destacar el diseño sofisticado con el que Erizo Editorial ha privilegiado
sus libros. ‘Tegucigalpa’, en especial, tiene una portada espectacular que
recoge gran parte del simbolismo de la primera parte del libro. Desde ‘Waltzen’,
de Lina Nieves Avilés (La Secta de los Perros) no veía un diseño de libro
puertorriqueño tan seductor. También tengo que felicitar a la autora por darle
un giro diferente al género del microrelato y mezclar los juegos de palabras y
conceptos con la erudición. Enhorabuena.
Mis ‘microcuentos’ favoritos de cada una de las cuatro
partes del libro son:
‘Arroz con frijoles, plátano y huevos’ (de Tegucigalpa)
‘79’ —y también ‘82’— (de Ublek)
‘Aviso’ (de Letrados)
‘Tríptico del hambre’ (de El infierno)
Elementos narrativos sobresalientes:
-Conceptismo. Los relatos son rompecabezas juguetones de
conceptos que tienen algo en común.
-Intratextualidad. Los relatos se solapan unos con otros.
-Intertextualidad. Los relatos hacen referencia a otras
obras antiguas.
-Microrelatos juguetones.
-Aliteración pensada y efectiva en la tercera parte del
libro.
Próxima entrada: El fraile confabulado
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