jueves, 9 de febrero de 2012

Libro décimo: Waltzen


Waltzen
de Lina Nieves Avilés

     Primeramente, quiero resaltar la estética del libro y la atención que se le ha dado a su formato. ‘Waltzen’ es lo que suelo llamar un ‘libro sensual’. Está construido de una manera elegante (literaria y topográficamente). Es un libro que emite misticismo y belleza, y va muy bien con su contenido. Lamento presentarles solamente una foto en blanco y negro de la portada, pero pueden ir  a la tienda y ver un ejemplar verdadero en todo su esplendor. Y de paso lo compran.

     Al leer Waltzen rápidamente comprendo el peso romántico de todos estos relatos. Vemos personajes apasionados, a veces casi místicos, realizado acciones desesperadas o sufriendo conflictos pasionales que no se limitan al amor hacia esa otra persona. Irónicamente, vemos salpicaduras de las ciencias, datos precisos, razones que contrastan con la pasión. Existe un paralelismo entre lo racional y lo irracional en Waltzen. Este equilibrio se manifiesta a través de otro paralelismo, que sería aquel entre el mundo real y el mundo místico de Dios, del ombligo del universo, de los demonios que nos miran a los ojos.

     Admito que me encontré frunciendo el seño con el primer relato, ‘Desierto’. Si el libro no tuviese esa generosa sinopsis en la contraportada del necesario prólogo de Rafael Acevedo, probablemente no hubiese comprendido del todo el relato corto ‘Desierto’. La autora recurre mucho a las imágenes poéticas. Hay quienes disfrutan de la prosa que coquetea constantemente con la poesía; también hay quienes prefieren una lectura menos elevada y más directa. Pero es asunto de los lectores. Lina Nieves Avilés ha escrito una obra repleta de belleza.

     Me agradan mucho los personajes infantiles porque suelen desbordarse de una transparencia espiritual que no solamente facilita la compresión de sus conflictos, sino que nos hace participes del dilema a través de la nostalgia. Podemos simpatizar porque usualmente se trata de algo que, si no nos sucedió, en algún momento bien pudo habernos sucedido. ‘El litoral’ nos presenta a un niño enfermo (con fiebre) que decide pararse sobre las rocas del litoral para observar el brillo del sol. A través del breve relato comprendemos que realmente extraña a su hermana, y la narración lo devela de una manera tan romántica que tanto el niño como nosotros, los lectores, nos olvidamos de la fiebre y nos sumergimos en la dulzura de un recuerdo precioso que regresa a través del brillo del sol en el litoral. Claro ejemplo de cómo la literatura se hace buena no por lo que se cuenta, sino por cómo se cuenta. Este relato me ha conquistado.

     ‘Baco enfermo’. El tema de los tríos amorosos siempre me ha fascinado. Lograr establecer una dialéctica y caracterizar a tres personajes que sean capaces de compartirse equitativamente, para mí, es un reto literario. ‘Baco enfermo’ me recuerda a películas como ‘Dieta Mediterránea’, ‘Vicky, Cristina & Barcelona’, y cuentos como ‘Love is not a Pie’, de Amy Bloom. La ficción tiene el poder de hacer funcionar este tipo de relaciones, y en la mayoría de las veces, lo hace a través de la camaradería, la confraternización, la dulzura y, sobre todo, la honestidad literaria. Es de notar que estos cuentos usualmente llevan un tono preciosista, como si los tríos amorosos fuesen lo más normal y funcional del mundo. Yo, como lector, que me lo crea significa una de dos cosas: que mi ingenuidad, efectivamente, no tiene limites, o que la seducción literaria se ha consumado irremediablemente. Prefiero pensar lo último, para no sentirme mal y para no arruinar la genuina experiencia literaria.

     ‘La bondad y su demonio blanco’ es otro relato que raya en lo que se denomina peyorativamente como una ‘estampa’. Digo ‘peyorativamente’ porque el término usualmente se utiliza para designar a una pieza de narración que carece de conflicto y que más bien evoca imágenes que nos provocan o nos despiertan los sentimientos. ‘La bondad y su demonio banco’ es un cuento que se hilvana a través de imágenes infantiles y la repetición obsesiva. Podría decir, llanamente, que se trata de un niño que escucha la risa de Dios en los truenos, pero eso sería restarle sofisticación al relato. Al igual que ‘Desierto’, también nos está diciendo algo a través de numerosas imágenes poéticas y de la ambientación. Efectivamente, Waltzen está lleno de belleza, pero ‘Desierto’ y ‘La bondad y su demonio blanco’ me han desconcertado pues requieren de una relectura cuidadosa para alcanzar ese delicioso orgasmo literario. Como ya había dicho en ‘5 minutos para ser infiel’, provocar la relectura es un gran acierto. Lo es cuando resalta la experiencia literaria, pero no cuando la relectura es necesaria para, irónicamente, encontrarse con la experiencia.

     A través de Waltzen vemos una tendencia a equilibrar el romanticismo con datos científicos o con evidencia empírica pertinente al conflicto en mano. En ‘Tejido animal’ hay una explotación de este recurso narrativo. Se utilizan datos fisionómicos del cuerpo humano para ir contando una relato erótico muy bien logrado. A estas alturas de la historia del arte, es difícil llamar la atención de un lector con tanta información empírica, pero Lina Nieves Avilés lo hace de una manera que se siente necesaria, a través de la piel y, por lo tanto, apetitosa. Debo resaltar que a veces el romance parece transmutarse en algo barroco debido a la adjetivación recargada y al detalle excesivo de la ambientación. Pero es solo a veces.

     Citando una línea de ‘Tejido animal’:

“¡Sí! Aquel punto concentrado de luz, era Dios, saludando”

     …O quizás era un Aleph voyeur. Habría que preguntarle a Borges.


Mis relatos favoritos han sido:
‘El litoral’
‘Baco enfermo’

Elementos sobresalientes:
-Numerosas metáforas y lenguaje poético
-Gran atención a la atmósfera y ambientación
-Elementos del estilo romántico equilibrados (o contrastados) con información empírica.
-Tono predominantemente analítico.


Próximo: Interludio primero: la jornada hiperrealista

No hay comentarios:

Publicar un comentario