Waltzen
de Lina Nieves Avilés
Primeramente,
quiero resaltar la estética del libro y la atención que se le ha dado a su formato.
‘Waltzen’ es lo que suelo llamar un ‘libro sensual’. Está construido de una
manera elegante (literaria y topográficamente). Es un libro que emite
misticismo y belleza, y va muy bien con su contenido. Lamento presentarles
solamente una foto en blanco y negro de la portada, pero pueden ir a la tienda y ver un ejemplar verdadero en
todo su esplendor. Y de paso lo compran.
Al leer Waltzen
rápidamente comprendo el peso romántico de todos estos relatos. Vemos
personajes apasionados, a veces casi místicos, realizado acciones desesperadas
o sufriendo conflictos pasionales que no se limitan al amor hacia esa otra
persona. Irónicamente, vemos salpicaduras de las ciencias, datos precisos,
razones que contrastan con la pasión. Existe un paralelismo entre lo racional y
lo irracional en Waltzen. Este equilibrio se manifiesta a través de otro
paralelismo, que sería aquel entre el mundo real y el mundo místico de Dios, del
ombligo del universo, de los demonios que nos miran a los ojos.
Admito que me
encontré frunciendo el seño con el primer relato, ‘Desierto’. Si el libro no tuviese
esa generosa sinopsis en la contraportada del necesario prólogo de Rafael
Acevedo, probablemente no hubiese comprendido del todo el relato corto
‘Desierto’. La autora recurre mucho a las imágenes poéticas. Hay quienes
disfrutan de la prosa que coquetea constantemente con la poesía; también hay
quienes prefieren una lectura menos elevada y más directa. Pero es asunto de
los lectores. Lina Nieves Avilés ha escrito una obra repleta de belleza.
Me agradan mucho
los personajes infantiles porque suelen desbordarse de una transparencia
espiritual que no solamente facilita la compresión de sus conflictos, sino que
nos hace participes del dilema a través de la nostalgia. Podemos simpatizar
porque usualmente se trata de algo que, si no nos sucedió, en algún momento bien
pudo habernos sucedido. ‘El litoral’ nos presenta a un niño enfermo (con
fiebre) que decide pararse sobre las rocas del litoral para observar el brillo
del sol. A través del breve relato comprendemos que realmente extraña a su
hermana, y la narración lo devela de una manera tan romántica que tanto el niño
como nosotros, los lectores, nos olvidamos de la fiebre y nos sumergimos en la
dulzura de un recuerdo precioso que regresa a través del brillo del sol en el
litoral. Claro ejemplo de cómo la literatura se hace buena no por lo que se
cuenta, sino por cómo se cuenta. Este relato me ha conquistado.
‘Baco enfermo’. El
tema de los tríos amorosos siempre me ha fascinado. Lograr establecer una
dialéctica y caracterizar a tres personajes que sean capaces de compartirse
equitativamente, para mí, es un reto literario. ‘Baco enfermo’ me recuerda a
películas como ‘Dieta Mediterránea’, ‘Vicky, Cristina & Barcelona’, y
cuentos como ‘Love is not a Pie’, de Amy Bloom. La ficción tiene el poder de
hacer funcionar este tipo de relaciones, y en la mayoría de las veces, lo hace
a través de la camaradería, la confraternización, la dulzura y, sobre todo, la
honestidad literaria. Es de notar que estos cuentos usualmente llevan un tono
preciosista, como si los tríos amorosos fuesen lo más normal y funcional del
mundo. Yo, como lector, que me lo crea significa una de dos cosas: que mi
ingenuidad, efectivamente, no tiene limites, o que la seducción literaria se ha
consumado irremediablemente. Prefiero pensar lo último, para no sentirme mal y para
no arruinar la genuina experiencia literaria.
‘La bondad y su
demonio blanco’ es otro relato que raya en lo que se denomina peyorativamente
como una ‘estampa’. Digo ‘peyorativamente’ porque el término usualmente se utiliza para
designar a una pieza de narración que carece de conflicto y que más bien evoca
imágenes que nos provocan o nos despiertan los sentimientos. ‘La bondad y su
demonio banco’ es un cuento que se hilvana a través de imágenes infantiles y la repetición obsesiva. Podría decir, llanamente, que se trata de un niño que
escucha la risa de Dios en los truenos, pero eso sería restarle sofisticación
al relato. Al igual que ‘Desierto’, también nos está diciendo algo a través de
numerosas imágenes poéticas y de la ambientación. Efectivamente, Waltzen está lleno de belleza, pero ‘Desierto’ y ‘La bondad y su demonio blanco’ me han
desconcertado pues requieren de una relectura cuidadosa para alcanzar ese
delicioso orgasmo literario. Como ya había dicho en ‘5 minutos para ser
infiel’, provocar la relectura es un gran acierto. Lo es cuando resalta la
experiencia literaria, pero no cuando la relectura es necesaria para,
irónicamente, encontrarse con la experiencia.
A través de
Waltzen vemos una tendencia a equilibrar el romanticismo con datos científicos
o con evidencia empírica pertinente al conflicto en mano. En ‘Tejido animal’
hay una explotación de este recurso narrativo. Se utilizan datos fisionómicos
del cuerpo humano para ir contando una relato erótico muy bien logrado. A estas
alturas de la historia del arte, es difícil llamar la atención de un lector con
tanta información empírica, pero Lina Nieves Avilés lo hace de una manera que
se siente necesaria, a través de la piel y, por lo tanto, apetitosa. Debo resaltar que a veces el romance parece transmutarse en algo barroco debido a la adjetivación recargada y al detalle excesivo de la ambientación. Pero es solo a veces.
Citando una línea
de ‘Tejido animal’:
“¡Sí! Aquel punto concentrado de luz, era Dios, saludando”
“¡Sí! Aquel punto concentrado de luz, era Dios, saludando”
…O quizás era un
Aleph voyeur. Habría que preguntarle a Borges.
Mis relatos favoritos han sido:
‘El litoral’
‘Baco enfermo’
Elementos sobresalientes:
-Numerosas metáforas y lenguaje poético
-Gran atención a la atmósfera y ambientación
-Elementos del estilo romántico equilibrados (o
contrastados) con información empírica.
-Tono predominantemente analítico.
Próximo: Interludio primero: la jornada hiperrealista
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