Los deambulantes
de José Vilasuso
'Los deambulantes' es una publicación independiente, y el autor se ha tomado unas licencias de lo
más interesantes para crear su propio estilo narrativo. Al principio de cada
relato, antes de cualquier título (cosa editorialmente incorrecta, por lo que
he escuchado), José Vilasuso nos regala una pequeña introducción a modo de
prólogo, digamos, para crear un trasfondo o engancharnos desde antes de
comenzar a leer a la historia principal. Tengo que confesar que gracias al formato y construcción del
libro, al principio me resultaba difícil entender qué era aquella narración que
de repente me comenzaba a hablar de algo totalmente diferente, pero rápidamente
entendí que era algo que iba sobre el título de cada relato, y que no era otra cosa que un
preámbulo al relato. Quizás si se les hubiese dedicado un espacio aparte, una
página, no sé, algo que los separara mejor de la narración anterior, a lo mejor
era más fácil entender la peculiar licencia narrativa que se toma Vilasuso en
este libro.
Por ejemplo, en
el primer relato, ‘Los deambulantes’, tenemos una especie de prólogo de más de
cuatro páginas. Pero no es el prólogo del libro, sino el prólogo del cuento,
cosa que comprendemos al comenzar a leer el primer relato. No quiero hablar mal
de esto porque, sinceramente, funciona como ambientación preliminar. En ‘Los
deambulantes’ vamos echando unos vistazos al día metropolitano de varios
personajes cotidianos, incluyendo a un par de indigentes y una señora con
buenas intenciones. Básicamente, es una pequeña novela muy colorida en donde el
autor aprovecha la repetición, el diminutivo, la ironía y el lenguaje callejero
para crear un ritmo narrativo muy peculiar que desemboca en la realidad del
‘oficio del deambulante’.
Luego de ‘Los
deambulantes’ nos encontramos con la narración del punto culminante de un
partido de pelota. Son cuatro páginas de adrenalina en las que los narradores
del juego van también arrojando luz sobre el pasado de los jugadores, y bien
podría funcionar como un solo relato. Ahora bien, al cabo de la cuarta página
nos encontramos con el título del segundo cuento: ‘El mejor premio para una
madre’, y mientras lo vamos leyendo nos damos cuenta de que la situación del
partido de pelota funciona como una especie de paralelismo o contrapunto
narrativo que nos revela una gran sorpresa justamente con la última frase del
epílogo del cuento. Aquí debo detenerme a comentar que ‘El mejor premio para
una madre’ fácilmente puede funcionar como una pequeña novela. Tiene varios
conflictos, personajes que evolucionan y situaciones diferentes que van
desembocando una tras otra dentro del torbellino de una espiral existencial que
sacude el estilo de vida de una joven estudiante universitaria.
Estos dos cuentos
parecen ser la atracción principal del libro debido a su extensión y
complejidad. Sin embargo, el tercer relato, un cuento corto titulado ‘La burla
frustrada’ es mi cuento favorito de ‘Los deambulantes’. Realmente son dos
cuentos en uno pues se trata de un chico cuentista que descubre el mundo de la
imprenta y es atormentado por su maestro de salón hogar, quien se mofa de sus
cuentos y de sus dibujos. Para vengarse, hace que su maestro lea en frente de
todo el salón una de esas historias de las que tanto se mofa. Entonces el autor
nos entrega la versión completa del relato del niño, una historia de piratas y
de un médico que quiere mayor respeto. Es impresionante porque fácilmente nos
damos cuenta de que el médico del barco pirata y el niño cuentista del salón de
clases pueden ser la misma persona. Inclusive, el niño le revela al maestro un
posible futuro de tragedia en el que el médico/estudiante prefiere saltar al
mar y perderse que seguir tolerando los malos tratos de su capitán y de sus
compañeros. No es otra cosa que un paralelismo ingenioso y muy bien logrado que
nos cuenta una historia a través de otra, y viceversa, mientras sugiere una
crítica al modelo de enseñanza del sistema de educación actual.
Luego del mejor
cuento viene otro pedazo narrativo que nos introduce a ‘Los patinazos del padre
Suárez’. El autor utiliza una discusión de barra entre un sacerdote que busca
nuevas maneras de capturar a la feligresía y un indeseable que lo juzga por su
‘liberalismo’, dándonos un sabor de la hipocresía y la presunción estereotipada
de la gente.
‘El galleguito
misterioso’ es otro relato que solamente comprendemos con esa última frase
sorpresiva. El cuento me deja con algunas dudas con respecto a los hechos que
se presentan en la narrativa, pero temáticamente parece un injerto entre ‘La
burla frustrada’ y ‘Los patinazos del padre Suárez’. También, a las alturas de
‘El galleguito misterioso’ fue que vine a darme cuenta de algo muy curioso.
Vilasuso tiende a narrar sus historias como lo haría Emilio Díaz Valcárcel. De
repente convierte la voz narrativa en la voz de alguno de los personajes sin la
necesidad de acotaciones o marcas de diálogo. Esto muy difícil de lograr porque
muchas veces nos resulta muy abrupto el cambio entre el tono y la forma de
hablar del narrador y la del personaje. Sin embargo, Vilasuso lo hace tan
perfectamente que, en mi caso, no fue hasta el final del libro que vine a darme
cuenta.
‘Un plato de
lentejas’ es otro relato breve de Vilasuso que me ha gustado mucho. Un hombre,
aparentemente un sacerdote, visita a una mujer a la que llaman La Tintorera
para pagarle por un plato de lentejas. Vemos cómo todo es parte de un ritual
erótico que raya en la prostitución, pero que se nos pone en perspectiva con el
final en donde sabemos que la mujer está
casada, que el esposo conoce lo que su mujer está haciendo, y que no le importa
porque él puede estar haciendo lo mismo por la noche. Dos giros en uno. Muy
bueno.
Al final de
algunos relatos también encontramos un fragmento concluyente bajo el nombre de ‘epílogo’.
A veces resulta indispensable conectar el relato con este último pedazo
narrativo para redondear el conflicto y entender completamente la historia. Por
ejemplo, en ‘El mejor regalo para una madre’ no es hasta la última frase del
epílogo que comprendemos lo que había estado sucediendo a lo largo del
paralelismo o contrapunto que el autor ha construido. Así, junto a la ya
mencionada introducción, Vilasuso nos hilvana una serie de pequeñas novelas, al
estilo de Miguel de Unamuno, digamos, por lo breve.
José Vilasuso y ‘Los
deambulantes’ son una pareja a la que hay que leer con cuidado. Entre el
vocabulario callejero de los personajes hay un narrador elocuente y, a veces,
un poco rebuscado, que se preocupa por arrojar colores y sobretonos populares
de una manera elegante. Al final, igual que con el efecto Valcárcel, también me he
dado cuenta de que lo que hace a ‘Los deambulantes’ de Vilasuso diferentes es
la manera de contar como si estuviésemos escuchando al narrador en persona, y no meramente como si
estuviésemos leyendo un libro. En otras palabras, son ‘cuentos contados’, como
dijo alguna vez Gabriel García Márquez en un congreso de escritores. Tan pronto comprendemos esto, entendemos que no estamos leyendo una serie de historias, sino que realmente nos las están contando.
Mis relatos favoritos han sido:
‘La burla frustrada’
‘Un plato de lentejas’
Elementos sobresalientes:
-La novela pequeña, a
la Unamuno
-El contrapunto o paralelismo narrativo
-El ‘cuento contado’, según dice Gabriel García Márquez
-La voz narrativa majadera, a la Valcárcel
Próxima entrada: Equus Rex
Mi nombre es Juan y estoy escribiendo un libro sobre los diambulantes quisiera tener su opiniones de qué piensa al respecto puede contarme jviera955@gmail.com
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