miércoles, 7 de marzo de 2012

Libro doceavo: Adiós, Mariana y otras despedidas


Adiós, Mariana y otras despedidas
de Awilda Cáez

     ‘Adiós, Mariana y otras despedidas’ es un libro de cuentos escrito en dos mitades: Ellas y Ellos. Veamos la primera:

 
  “ -Bebes a las ocho de la mañana -preguntó él con seriedad.
       -En algún lugar del mundo son las ocho de las noche -contestó la escritora.”

     Nada más con este pequeño diálogo Awilda Cáez caracteriza de una manera sorprendente a un personaje hastiado que decide acabar con su relación atropellada por medio de un final literario, que se transforma también en el fatídico final del cuento “Adiós, Mariana”.


“-No te preocupes, querida. Recuerda que eran dos zapatos.”

     ‘La princesa’ es un microrelato que utiliza el famoso cuento infantil de la cenicienta para contarnos una historia de infidelidad. Me encantan los microrelatos, y la idea de la autora es genial, pero siento que el final de este pequeño cuento no muy sólido. A fin de cuentas, me ha transmitido la idea de una infidelidad, así que realmente ha funcionado. Quizás mi disgusto venga del macharrán bestia que habita en mi subconsciente… (gracias al profesor Carpio por la apología).


“Cuando regresé al apartamento, me detuve a pensar cómo cada momento de felicidad que regalo me hace sentir feliz también. Es como las mentiras que se hacen verdades a fuerza de repetirse, como la canción que de tanto escuchar terminas cantando cuando te bañas.”

     ‘Consuelo para deprimidos’ es un cuento en el que la tristeza se torna hermosa. Me explico, la protagonista está consciente de que la gente a su alrededor vive una tristeza eterna que los destruye poco a poco. Algunos se suicidan. Otros acaban con sus matrimonios. Pero ella se propone convertirse en un instrumento de bondad con el pretexto de que ella también se alegra al ver que las demás personas son felices cuando ella las ayuda. Lo genial del cuento es que vemos la tristeza más profunda y desgarradora en la propia anti-heroína que pretende ignorar su propia desdicha espiritual.


“Cecilia murió un jueves de octubre a manos de su marido. Recuerdo que esa mañana, desperté antes de que sonara la alarma. Fui al baño y cuando encendí la luz, me di cuenta de que tenía rastros de sangre en los labios.”

     En ‘La misma  sangre’ vemos un genial solapamiento de dos personajes. Me recuerda a ‘La señorita Cora’, de Julio Cortázar, en donde en medio de la narración un personaje pasa a ser el otro sin que nos moleste y sin que nos queden dudas de quién está hablando. Es muy difícil lograr esto de una manera tan elegante, y por eso ‘La misma sangre’ es probablemente mi cuento favorito de Awilda Cáez.


“No podía creer mi suerte. Tantas personas caminaron esa mañana frente a aquel montón de desperdicios y fui la única que se fijó. La tomé en mi mano, en realidad, una parte en cada mano: era la mismísima flecha roja de Cupido.”

     ‘Un largo y pesado imposible’ es otro cuento fabuloso. Ya al final me daba la impresión de que se tornaba un poco predecible, pero realmente todo era parte de una anticipación necesaria para ese final doloroso que nos deja con alguna esperanza. Honestamente, esperaba que acabara con ella partiendo y desechando nuevamente la flecha de Cupido en algún zafacón; pienso que eso le daría circularidad al cuento, pero luego veo el texto de lejos y pienso que es mejor así. Nos deja con la idea deseada en la mente, de todas maneras. Puede sucederle lo que le sucedió a Leticia, la mujer que se quedó con su amado. Es una historia muy bien lograda que en ningún momento cae en algún cliché melodramático.


“…Hablaba como lo haría Ignacio, el personaje que vivió dos años dentro de mi cabeza mientras escribía la novela, el que convertí en el hombre que quería para mí.
     -¡Qué coincidencia! -comenté.
     Busqué la segunda página. Firmé y añadí una frase de agradecimiento…
     -No es coincidencia -contestó-. Yo soy Ignacio, el que estás buscando.”

     ‘En la esquina del café Ámsterdam’ volvemos a encontrarnos con un solapamiento de ideas, en este caso, entre lo literario y la realidad. La protagonista conoce al personaje de su propia novela, se enamoran, pero entonces tienen que atenerse a lo que ya estaba cruelmente escrito.


     ‘Techo sin estrellas’ es un metarelato del personaje de una escritora mediocre a la que sus personajes se le revelan para crear una verdadera novela ‘seria’, como ella misma le llama. Es fácil recordar a Unamuno con este gran cuento. Y es alegre leer un despertar literario al final de un buen relato.



     Y con el adecuado ‘Unas cuantas horas’ encontramos un puente carnal que nos cruza al otro lado del libro: Ellos.

     ‘Ellos’ es apenas una cuarta parte del libro. También noto que los relatos de esta parte son un tantito menos audaces, pero apenas. Igualmente son excelentes.

     En ‘Amor al arte’ vemos una historia, más que de un hombre, del poder de los cuentos y de las mentiras bien contadas. Temáticamente me pareció algo alejado del consecuente amor-piel-espejo-hombre-mujer-ambos que vemos tan y tan bien en ‘Ellas’. Sin embargo, ‘Amor al arte’ es un cuento divertidísimo.


“-Vives en Santurce, ¿verdad? Yo vivo en Río Piedras.
  -¿Con Iris? Me dijeron que te casaste con ella.
  -Sí, nos casamos hace siete años -dices mientras bajas la mirada-. ¿y tú?
  -No, yo no me he casado todavía. Creo que no está en mi destino -contestó con una sonrisa y se retiró a saludar a los demás.”

     ‘Dos noches y Elisa’ nos dibuja a un personaje masculino que añora la piel ajena. Es un relato sofisticado porque casa irremediablemente al hombre con el deseo, y convierte esa pasión carnal en algo también sentimental y admirable, razón de tribulación y sufrimiento espiritual. En otras palabras, le añade valor literario y dimensiones estéticas al estereotipo del hombre infiel.


     ‘Interrogatorio’ es un mejor microrelato que el que nos encontramos en ‘Ellas’. Sin embargo, yo creo que era suficiente con esa última oración:

“Luego del beso, el sapo y la sapa abandonaron la casa rumbo a su nuevo hogar en el río.”

Lo que sucede es que está tomando dos conflictos en un mismo cuento: la fidelidad y el giro del cuento original del sapo encantado. De todas maneras, funciona muy bien.


     ‘Dos de noviembre’ me ha ablandado los sentidos. Es el relato más orgánico que he leído en el libro de Awilda Cáez. Me refiero a que tiene una fuerte presencia naturalista por los temas de la enfermedad y la miseria, pero en un mundo que todos conocemos. Me ha estremecido el final por la crueldad y por la dulzura, algo similar a la sensación que me provocó aquel final de Yolanda Arroyo Pizarro en ‘Montar las olas’, del libro ‘Avalancha’: “todas las bananas del mundo”. La ternura se convierte en dolor, y viceversa. Es el mejor cuento que le corresponde a “Ellos”. No incluyo una cita directa porque tendría que escribir el texto completo. El cuento es un proceso emocional de existencia y soledad, y solamente se celebra cuando se pasa por ella desde el principio hasta el final.


     ‘Cambio de vida’, al igual que ‘Amor al arte’, nos cuenta una historia en la que el hombre está ligado, no a la piel, sino a la competencia, a la aceptación, al reconocimiento. Ahora que vuelvo a notar una recurrencia a ignorar por completo la temática principal del libro, entiendo que es necesario, porque es una parte fundamental del hombre competir y sobresalir. Es un motor que lo mueve y que también puede destruirlo, y está muy bien representado en el cuento ‘Cambio de vida’.


     Y acabamos la pequeña sección para ‘Ellos’ con el relato ‘La crema’. Aquí reanudamos el vínculo de la piel y el hombre, del espejo entre el hombre y la mujer. Leemos a un hombre que de repente gana consciencia de la gordura de su maravillosa esposa y entonces se encuentra en una encrucijada sentimental que se mueve sobre el motor de una crema de adelgazar bien intencionada, pero que solamente puede generar una profunda ofensa. Vemos a un hombre lujurioso, pero también generoso, un hombre sensible que puede conformarse, irónicamente, solo con unas manos finas y delicadas que lo acaricien.

     ‘Adiós, Mariana, y otras despedidas’ es uno de esos pocos libros que leemos y no podemos descartar un solo relato. Awilda Cáez ha hecho un excelente trabajo con cada uno de ellos. Es una escritora moderna, genial, original, consciente de lo que está escribiendo. He comentado apenas los relatos que más me han llamado la atención pero, honestamente, cada uno de ellos vale la inversión en este excelente libro de literatura contemporánea puertorriqueña, uno de los mejores que he leído hasta la fecha.


     Como nota al calce, este ha sido el primer libro que leo en formato digital (e-book). Para NADA me complació la experiencia. Es extenuante el no poder doblar una página favorita, o abrir tu libro y surfear aquel cuento a través de los folios mientras te abanica el rostro con su olor a celulosa procesada. Tampoco puedo meter un pedazo de papel o de cartón para marcar mi progreso. Sé que existen funciones parecidas en los programados de lectura, pero definitivamente no es lo mismo. Puedo decir, con experiencia, que me disgusta leer libros en formato electrónico.

Mis relatos favoritos han sido (por sacar lo mejor de lo mejor de cada parte):
‘La misma sangre’ (Ellas)
‘Dos de noviembre’ (Ellos)

Elementos sobresalientes:
-El iceberg o microrelato
-La ironía
-La melancolía bien lograda


Libro decimotercero: Los deambulantes

1 comentario: