Crucificciones
de Eduardo Vera
La ficción de
Eduardo Vera es muy divertida; divertida y trascendental. No todos los
escritores logran encajar lo ameno con lo pertinente. Me explico, cada cuento
de Eduardo Vera es una crítica social muy bien disfrazada con prosa sencilla,
precisa y atractiva.
En esta ocasión
me voy a ir cuento por cuento; la prosa y el ingenio de Eduardo Vera así lo
exigen.
Crucificciones
(así, con doble ‘c’) abre con un relato muy peculiar llamado ‘La inmortalidad
del cangrejo’. En este, un hombre observa un cangrejo que evade el ataque de un
perro gracias a nunca haberle despegado el ojo por caminar siempre de espaldas.
Así, el hombre adopta como filosofía de vida el caminar de espaldas. El hombre
pronto crea una revolución del cangrejo y fácilmente cambia el estatus quo del
sistema social en el que vive. El cuento tiene otras sorpresas, pero esas se
las dejo a los lectores. La importancia de ‘La inmortalidad del cangrejo’
reside en mostrar una simple historia del origen (similar a lo que se hace con
los superhéroes de hoy día) del charlatán adorado. O sea, de cómo cualquier
persona se puede convertir en motivo de adoración y cambio en la sociedad. El
punto de la ficción de Eduardo Vera, creo yo, es mostrarnos la facilidad
absurda con que eso puede suceder. No faltan las exageraciones; después de
todo, se trata de una especie de caricatura, pero en el fondo todos sabemos que
cualquiera puede lograr el cambio, para bien o para mal.
‘En blanco y
negro’ es el segundo relato de ‘Crucificciones’. Se trata de otro gran acierto,
como la gran mayoría de los cuentos de este libro. La historia, básicamente, nos
cuenta que en una aldea africana comienzan a nacer niños blancos de madres
negras. Esto llama la atención del mundo entero, sugiriendo así una hipocresía
colectiva y reafirmando que el racismo no se ha extinguido, lamentablemente.
Claro, lo genial de este argumento es el contexto en el que se desarrolla. Como
buen cuento, ‘En blanco y negro’ no tira para un lado ni para otro y nos ofrece
un final sorpresivo e irónico.
Después tenemos
un relato cómico titulado ‘Santa María, siempre virgen’. En este se relata de
manera amena cómo María desea perder su virginidad y logra apoderarse del
cuerpo de una mujer virgen y madura (en el pico de su sexualidad, según la
investigación que realiza junto a San Pedro). Se la pasa toda la noche
flirteando en una barra y lo único que consigue es al hombre más indeseable que
quedaba, que a la larga resulta ser un hombre sensible y algo desesperado por
encontrar el amor de su vida. María se resigna a volver al cielo y pasar la
eternidad siempre virgen. En cuestiones del tono, el relato nunca pierde el encanto y se mantiene gracioso y divertido. En cuestiones de la temática, me
parece que es uno de los relatos más ‘oscuros’ de Crucificciones ya que detrás
de la comedia hay una gran tragedia de las personas que no pueden satisfacer
nunca sus diferentes necesidades existenciales, como el sexo, el amor, la
felicidad, etc.
(Analie, de Fabian Pérez)
‘Papo Ceiba’ es
un relato que marca el contraste entre las intenciones de una persona y cómo
las circunstancias se van fuera de control. El protagonista de este cuento se
convierte en la víctima de su pequeño experimento de protesta ecológica, y el
‘malo’ del cuento, el desarrollador inescrupuloso, al final es el que observa
de lejitos, pero siempre atento, cómo el ‘héroe’ de nuestro cuento pierde toda
su integridad y toda posibilidad de salvación, presa de su propia trampa. Me
recordó el cuento racista de Leónidas Andréiev, ‘Un hombre original’, pero no
por lo racista —¡para nada!—, sino por el tema irónico y, en este caso, trágico
del burlador burlado.
El cuento que sigue es ‘La salazón de San Salvador’. Un sacerdote ermitaño que vive en un
poblado remoto descubre a principios de cuaresma que su salero nunca se vacía,
por lo que se lo notifica al Vaticano. Su privacidad pronto se ve ultrajada
cuando todo un destacamento de investigadores y representantes del Vaticano
invaden su morada para certificar el supuesto milagro. Quieren voltear toda la vida
del pobre sacerdote patas arriba y convertirlo en una celebridad, así que el
padre confiesa que lo del salero fue, aparentemente, una farsa. Al perder su
credibilidad y ser abandonado por todos aquellos que pretendían cambiar su vida
y pervertir su fe, se queda igual que antes, feliz, comiendo papas hervidas con
la sal del salero milagroso.
Luego tenemos
otro relato cómico: ‘Del mismísimo infierno’. Eduardo Vera caracteriza a
Satanás como a un tipo que ha perdido credibilidad y fanaticada a lo largo de
los siglos, por lo que decide, junto a su ayudante, apoderarse del cuerpo de un
político puertorriqueño, hacer campaña de imagen y recuperar su reino de maldad
en el corazón de los hombres. El problema es que el partido opositor le saca un
escándalo de homosexualidad y por ello pierde las elecciones. Creo que ‘Del
mismísimo infierno’ es un acertado retrato de la homofobia rampante que todavía
existe en nuestro país. También es una crítica sobre cómo se llevan las
campañas políticas, en donde no importa la integridad del candidato, sino la
imagen pública. Al final, me compadecí del pobre ‘Sata’, como él mismo prefiere
que le llamen.
‘Contar hasta
diez’. Wow. ‘Contar hasta diez’ es probablemente mi cuento favorito de
Crucificciones. ‘Contar hasta diez’ manifiesta de manera inteligente e
imparcial la inutilidad del sistema de corrección actual ya que es incapaz de
rehabilitar a muchos de sus confinados, como es el caso del protagonista de este
gran relato, que al fin y al cabo reincide, y solamente porque nunca tuvo las
herramientas para enfrentarse y reintegrarse a la sociedad. El cuento critica
muchas cosas, como por ejemplo las leyes injustas que pretender seguir
manchando la humanidad de aquellos que cumplen su sentencia, o cómo
literalmente se desperdicia una vida humana que ya ha pagado por sus crímenes al tirarla a la
calle sin más que una muda de ropa y un fajo de billetes que apenas le puede
durar una semana, o quizás un mes. Mi punto en esta discusión no es defender o
atacar a nadie; Eduardo vera tampoco lo hace en su cuento. La realidad es que
luego de que una persona cumple una sentencia y sale a la libre comunidad, se
queda con el estigma y nadie hace nada para acabar con eso; todo lo contrario, la constante
presión y discriminación de parte del resto de la sociedad provoca que muchas
de estas personas no vuelva a tener otro
lugar más que la celda de la prisión. En resumidas cuentas, ‘Contar hasta diez’ es
un cuento corto, pero abarcador; imparcial, pero de profundo carácter social y
crítico. En mi opinión, ‘Contar hasta diez’ es la obra maestra de Eduardo Vera.
Pasamos de la
cárcel y el desconsuelo existencial a un mundo dominado por los gorditos. En
‘Razones de peso’ una mujer obesa desea que todo el mundo fuese igual a ella.
Dios la escucha y acepta el reto de este experimento abarcador. En ningún
momento se adora el descuido y la gula, sino que se presenta otra perspectiva
de la dominancia —una muy graciosa, con sus ventajas y desventajas— de los
gorditos sobre los flacos. Es un cuento simpático y liviano, a pesar de todo;
pasajero, diría yo.
('Fat David')
Hay un cuento en
Crucificciones que privilegia el uso de la descripción para generar una
atmósfera y un trasfondo absorbentes. ‘La balada de Chito Friggins’ es casi una
estampa del folclor metropolitano puertorriqueño y de sus fiestas navideñas
entregada a través de los ojos de un músico frustrado. Luego de un apoteósico
degenere en las Fiestas de la Calle San Sebastián, Chito Friggins descubre una
‘ciudad de gatos’ oculta en alguno de los edificios genéricos del Viejo San
Juan. Allí consigue inspiración y atrapa la atención de miles de gatos, igual
que en cuento infantil de ‘El flautista de Hamelín’. El relato trae a colación
la existencia miserable que viven muchos artistas, pero Eduardo Vera lo hace a
través de una historia simpática que genera y aprovecha el ‘McGuffin’ de los
gatos y su ciudad oculta. Las elaboradas descripciones provocan sensaciones
contradictorias de belleza y de angustia que son el producto climático de
perderse junto a Chito Friggins en la ciudad de los gatos para poder alcanzar
la cúspide de su arte.
('Poor Musician', de Artur Grottger)
En ‘La divina
democracia’ Abrahan acusa a Dios de ser un dictador y asegura que sería un
mejor administrador del cielo y de la Tierra. Proponene unas elecciones. Dios
lee las mentes de sus amigos y esposas y comprende que perderá, así que habla
con su viejo amigo, ‘Sata’ (si lo recuerdan del relato ‘Del mismísimo
infierno’):
“Formó un comité de
expertos, encabezado por Hitler, Mussolini, Napoleón, Ghandi y Muñoz Marín… se
trataba de un grupo profesional de manipuladores sacados del mismísimo
infierno, al servicio de la causa divina.”
En fin, Abrahán perdió las elecciones, Dios celebró con
María Magdalena y recordó viejos tiempos con ‘Sata’ y una botella de tequila en
la playa… Crucificciones alterna entre ficciones cómicas y ficciones trágicas.
En este caso es obvio que se trata de una especie de comedia, pero tengo que
admitir que en sentidos literarios de estética, sensibilidad y técnica camina
en la cuerda floja de la payasada, y a veces pierde el balance. Este es cuento
más torpe de Eduardo Vera, y aún así no puedo negar que me divertí muchísimo al
leerlo. Se trata, precisamente, del relato más gracioso de Crucificciones.
Le sigue otro
cuento gracioso, aunque mucho más relevante. Un senador está molesto porque no
puede entender las palabras esdrújulas, así que propone un proyecto de ley que
prohibiría el uso sucesivo de palabras esdrújulas y sobreesdrújulas. Me fascina
una parte de la narración que viene de la primera página del cuento ‘En pocas
palabras’:
“…los lingüistas y
académicos serios del país se opusieron al proyecto. pero, como hay muy pocos
lingüistas y académicos serios, y a los pocos que hay nadie les hace caso, el
proyecto pudo seguir adelante.”
El senador se hace famoso por esto, y por muchos otros
cambios que logra implementar al idioma. En su octavo término teme finalmente
perder las elecciones ya que no se le ha ocurrido algo más “que capte de nuevo
la atención pública”. Sin decir más, creo que esto manifiesta el corazón
literario de ‘En pocas palabras’. Como en otros cuentos suyos, hace varias
críticas dentro de su ficción. Una puede ser cómo el mal uso del lenguaje
embrutece la capacidad del pueblo hasta llegar al punto de solo poder elegir a
aquel que más llame la atención publica (¿Le suena familiar?), como si la democracia
se convirtiera en un circo repleto de payasos divertidos y coloridos (De nuevo,
¿no es así ya?). Otra posibilidad alardea de cómo aquellos que tienen el poder
se las pueden arreglar para destruir las cosas más importantes de nuestra
humanidad y cultura con argumentos politiqueros, sensacionalistas,
irresponsables, con sofismas no muy elaborados y un carisma germinal del gran
dictador. Quizás me voy un poco lejos, pero la realidad es que existen
muchísimos políticos que hacen más daños que bien con sus ideas idiotas. Este
cuento no nos dice nada que ya no sepamos, peor nos hace bien en recordarnos
esta triste realidad, por si nos acostumbramos demasiado a vivir embarrados en
la mediocridad política y, sobretodo, lingüística.
En cierto punto de ‘En pocas palabras’ el senador propone
eliminar el lenguaje hablado; solo serían aceptadas las señas. De ahí
trasciende una pequeña, aunque poderosa sentencia del narrador que, aunque poco
o nada tiene que ver con el cuento, brilla entre tantas ideas como aforismo
cruel y genial:
“Los ciego se quejaron de inmediato, pero ser ciego es lo mismo que ser mudo, porque nadie los escucha.”
Esta sentencia es peligrosa porque fácilmente se puede malinterpretar, pero yo creo que Eduardo Vera ha confiado en la inteligencia de sus lectores para que la ‘verdadera verdad’ o la ‘gran verdad’ sobrecoja al criticismo chiquito e irresponsable.
‘En pocas palabras’ es similar en estructura a ‘La
inmortalidad del cangrejo’, primer cuento de este libro. Ambos presentan a un
personaje común y corriente que se convierte en catalítico del cambios social
por alguna estupidez: en el caso del primer cuento, adoptar el caminar de
espaldas como filosofía de vida y a raíz de esto provocar una revolución
social; en el caso de ‘En pocas palabras’, por legislar la destrucción del
lenguaje y ser conmemorado por ello. Ambos casos suenan absurdos, pero en el
absurdo nos sorprendemos de encontrarnos con tantas verdades como las que
Eduardo Vera sugiere inteligentemente con sus ficciones.
‘El lector de
auras’ soy yo; esa es la conclusión a la que llegué al terminar de leer el
primer y único cuento de horror en la colección de Crucificciones. Eduardo Vera
hilvana una atmosfera de suspenso que termina involucrando al lector de manera
irremediable y directa con lo que está sucediendo en el cuento. No es el relato
más oscuro o profundo del libro, pero ciertamente trae a colación una nueva
forma de ver el llamado carpe diem
entremezclado con un pesimismo que condena la mismísima alma del lector a la
perversión eterna de su espíritu.
‘La invasión
inevitable de las hojas amarillas’ es otro relato inusual en Crucificciones.
Así como el cuento anterior es de horror, éste es de inmensa ternura.
Curiosamente, no sucumbe al preciosismo del que sufren usualmente este tipo de
cuentos. Aquí, una vieja es demandada por su vecino. Un árbol del patio de la
vieja Pola deja caer sus hojas en la piscina del médico, por lo que ambos
terminan en la corte. ‘La invasión inevitable de las hojas amarillas’ es el
testamento literario de la intolerancia y el egoísmo que nos identifica como
generación. No revelaré el desenlace del relato porque me parece que es una
ficción elevada y algo romántica; digna de una lectura pausada y completa.
Me atreveré a
decir que ‘Evolución’ funcioan como el equivalente evolucionista de la primera
parte del génesis, cuando Adán y Eva conocen el pecado. Enseguida entiendo que
afirmar tal cosa sería una enormidad de mi parte. ‘Evolución’ sufre de algunas
sutilezas técnicas que rayan en lo inverosímil, pero aquí la importancia no es
la veracidad, sino el simbolismo que refleja esta pequeña historia de
cavernícolas y cazadores prehistóricos. Eduardo Vera cuenta con bastante
economía lo que sería el despertar del intelecto y de la maldad en la mente del
ser humano. Este es otro relato oscuro, pero a la misma vez brillante.
El último relato
de Crucificciones se titula ‘El ateo errado’. Es el cuento más irónico de
Eduardo Vera, y una buena manera de puntualizar su libro. Utiliza el humor
nuevamente para contar la historia de la muerte de Dios encarnado en la Tierra,
y de cómo un ateo finalmente creyó al verlo morir aplastado por un candelabro
tras invocar su propia presencia divina.
‘Crucificciones’:
excelente libro de cuentos.
A estas alturas
de mi blog, tengo que señalar que ya he leído varios libros de cuentos de la
Editorial Pasadizo: ‘5 minutos para ser infiel’, de Emilio del Carril, ‘Adiós,
Mariana y otras despedidas’, de Awilda Cáez, y ahora ‘Crucificciones’, de
Eduardo Vera (además de otros que no son libros de cuentos) y tengo que decir
que cada uno de estos libros y autores me han sorprendido. Veo que Editorial
Pasadizo publica lentamente, pero con calidad y disciplina. Puedo decir sin
miedo que leería cualquier con otro libro de esta joven editorial sin pensarlo dos veces, en especial aquellos
libros que son de los autores que ya he conocido por su ficción precisa y extraordinaria.
Creo que Pasadizo es mi editorial puertorriqueña favorita; también sus
escritores.
Realmente me han gustado TODOS los relatos de Eduardo Vera,
pero mencionaré los más que me han llamado la atención. Por su riqueza y
trascendencia, privilegio a:
‘En blanco y negro’
‘Del mismísimo infierno’
‘Contar hasta diez’
‘La invasión inevitable de las hojas amarillas’
‘Evolución’
Elementos literarios más importantes de Crucificciones:
-Sobre todo, el humor.
-Estructuralismo.
-La ironía.
-La caracterización del antihéroe.
-El intertexto con obras y personajes bíblicos.
-La caricatura representativa o simbólica.
-El existencialismo (en relatos como ‘Santa María, siempre
virgen’, ‘Papo Ceiba’ y, sobretodo, ‘El lector de auras’)
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