Los cuentos de mi
abuelo
y otros cuentos de
camino
de Efrén F. Ríos Santiago
Esta publicación
independiente es un pequeño texto que recoge una serie de historias populares o
de familia que se conocían en el Puerto Rico de hace más de medio siglo.
Efrén F. Ríos
Santiago trata de coleccionar las historias de fantasmas, aparecidos, y otros
mitos rurales del Puerto Rico de antaño. También las complementa con algunas
fotografías muy bienvenidas de los lugares a los que hace referencia. El
problema es que no todas las historias son cuentos. Las que sí lo son, se
quedan con un desenlace impotente, como si se negara a sí mismo el placer de
haber contado ese poquito más. Compré el libro con la esperanza de leer
historias antiguas convertidas en relatos literarios, pero la mayoría, aunque
sí tienen la estructura elemental de un cuento (situación conflictiva,
personaje principal, unidad temática, etc.), me dejan deseando un poco más
—solo un poco más.
Los relatos
tienen una belleza sencilla, sin pretensiones, las historias son todas cortas y
a veces divagan en detalles ajenos a la historia misteriosa o al mito rural,
que es lo que nos llama la atención. Hay mucha nostalgia en los relatos de Ríos
Santiago, cosa que a veces entorpece su arte narrativo.
Personalmente, no
me importa mucho si los relatos exponen un conflicto claro o de trascendencia.
Entiendo que también me puedo disfrutar una historia si está narrada con
delicadeza y buen uso del lenguaje. Algunos relatos de Ríos Santiago lo logran.
A veces me recuerda lejanamente al escritor dominicano Juan Bosch por su prosa
depurada y clara. Sin embargo, Efrén F. Ríos Santiago nos siempre es muy
preciso. Como ya he mencionado, divaga mucho en recuerdos nostálgicos.
A veces me molestaba al leer alguno de los
cuentos de Efrén F. Ríos Santiago porque llegaba al punto que podía haber un
desenlace elevado, sorprendente y sobrecogedor, como en ‘La deuda’ o en ‘El
tesoro’, pero se quedaba en lo chiquito y apenas trascendía el potencial
literario que, al fin y al cabo, se quedaba dormido. Entiendo que son los
relatos clásicos que aprendió de su abuelo y que por lo tanto pretendió
dejarlos con la mayor claridad y fidelidad posible, pero creo que es
imperdonable haber dejado pasar varias oportunidades literarias tan
excepcionales. Con una sola oración que diera un giro de tuerca o una
revelación (in)esperada, cada relato de este libro podía haber sido algo más. A
veces sentía que me elevaba hasta las nubes con la promesa de ver el rostro de
Dios, pero entonces me dejaba caer desde el cielo y destruía la fe literaria
que había cultivado en mí hasta ese momento.
Otras veces,
irónicamente, luego de haber concluido el relato con un desenlace
satisfactorio, le añade una oración, o hasta un párrafo más, que explica de
manera redundante lo que ya se había sobreentendido. Esto sucede, por ejemplo,
al final del simpático relato ‘El espíritu travieso’. Otros, como ‘El ángel del
hospital’ y ‘¡Por mi madre!’, terminan de manera precisa, adecuada y económica.
Sí, tengo que dar
justicia a las excepciones. En este pequeño libro hay un cuento que ni siquiera
parecen pertenecer al mismo texto. Es tan diferente en estructura, tono y
lenguaje, que sobresale como lo que debían haber sido los demás relatos que se cuentan
aquí. ‘La maldición’ es un relato que comienza en primera persona, con mucha
energía, in media res; el conflicto
es clarísimo desde el principio: la protagonista corre peligro al ser
diagnosticada con lepra. Este relato se aleja de la estructura de los otros
relato del libro, que son todos narrados en tercera persona y hacen alusión a
alguna remembranza del autor. En ‘La maldición’ el autor desaparece por
completo. Su personaje se apodera completamente de la acción y desemboca en una
resolución mágica: la protagonista es asesinada con fuego y se convierte en un
espíritu piromaniaco. Me fascinó esta idea vengativa. Aquí cito una parte
poderosa de la narración, lo más literario de este libro, en mi opinión (me
perdonan la rima):
“A los tres meses del
incidente, cuando ya nadie comentaba el mismo, explotó una caldera en la central
azucarera y comenzó un fuego. Me vi atraída al mismo y me trasladé a la
central. Pude ver a varios de los que habían participado en mi asesinato. Al
acercarme a ellos el fuego me seguía y formaba parte de mi cuerpo y me di
cuenta de que había llegado el momento de hacer justicia. Me aproximé a todos
los que me habían lastimado y los abracé…”
¡Esto es narración literaria! No le perdono que repita tanto
la palabra ‘fuego’, pero es lo único que le voy a criticar en ‘La
maldición’. Desearía que todos los cuentos
de Ríos Santiago fuesen así.
Mis cuentos favoritos han sido:
‘La maldición’
‘La hechicera’
Elementos narrativos que sobresalen:
-Unidad temática (cuentos de aparecidos y fantasmas).
-Estructura narrativa clásica (exposición, nudo, desenlace,
con la excepción de ‘La maldición’, que comienza en medio de la acción, o in media res, y el último cuento, ‘El
ánima en pena’, que comienza con la noticia de un suceso misterioso).
-Brevedad; todos los relatos son cortos, de una o dos
páginas.
-Aunque no se queda en la mera estampa costumbrista o
folklórica, sí da a impresión de contenerse en casi todos los desenlaces, como
si sufriera de una anorgasmia literaria.
Próxima entrada: Ficciología
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