jueves, 29 de marzo de 2012

Libro alejandrino: Equus rex, cuentos de caballos y caballistas


Equus rex
Cuentos de caballos y caballistas
de Jaime L. Marzán Ramos

     Este libro llama la atención. Son, precisamente, cuentos de caballos y caballistas. El mero hecho de construir un obra literaria alrededor de un tema tan particular, y hacerla funcionar, es sumamente interesante.

     Jaime L. Marzán divide su texto en cuatro secciones o espacios. El primero se titula ‘Del mito griego a Waterloo’, en donde abre con una especie de leyenda titulada ‘El dios del mar y de los caballos’. Aquí, sitúa a Poseidón como el creador de los caballos bajo una inusual y divertida treta que se juegan los fabulosos inmortales helénicos.

     En esta primera parte hay cuentos que relatan las proezas de Alejandro Magno y Bucéfalo, Cayo Julio César y su caballería, Jafet, Moisés y Josué y el faraón egipcio Ramsés, Calígula, Rodrigo Díaz de Vivar, Cervantes en una entrevista, Wellington y Napoleón en la batalla de Waterloo, entre otros. De esta parte, me llamaron la atención en especial los relatos ‘Incitatus’  y ‘La importancia de llamarse Rocinante’.

     ‘Incitatus’ es un microrelato muy bien construido que, como todo buen microrelato, me provocó la lectura y relectura, varias veces, hasta que logré construir completamente la imagen de un caballo vestido como senador, rumeando alrededor de su propia excreta, que es el desperdicio y la inmundicia que el emperador Calígula había impuesto sobre la democracia. Este es un microcuento excelentemente estructurado y concebido. No es el único de esta naturaleza en todo el libro pues tenemos en la tercer parte a ‘Eros, equus y la niña’, pero ‘Incitatus’ es uno de mis cuentos favoritos de Equus rex por su audacia y genialidad.

     ‘La importancia de llamarse Rocinante’ es otro relato muy llamativo porque se aleja del estilo que siguen prácticamente todos los demás relatos en el texto. Se trata de una entrevista que se le realiza a Miguel de Cervantes y se le cuestiona casualmente el por qué del nombre 'Rocinante', siendo este un nombre tan ordinario que significa 'antes del rocín'. Marzán hace un buen trabajo caracterizando a Miguel de Cervantes, entregándonos a un personaje que defiende genialmente el origen etimológico y poético del nombre del caballo del gran Don Quijote de la Mancha.

     La segunda parte del libro contiene apenas tres relatos y se titula ‘El caballo en América’. Aquí se tejen las historias de los caballos de Emiliano Zapata (‘As de oro’) y Myles Keogh (‘Comanche’), así como la misteriosa escolta que el famoso caballo Black Jack le hacía a los presidentes norteamericanos muertos en el cuento ‘Un caballo sin jinete’.

     La tercera y más extensa parte del libro se titula ‘El caballo en Puerto Rico’. Este nombre nos anuncia una cronología histórica que comienza desde el descubrimiento de una tierra nombrada por primera vez ‘Florida’ mientras Hernán Cortés y Fernando Pizarro mandan la conquista y exploración de las nuevas tierras en América. Luego continúa con un relato del primer gobernador de la isla, Juan Ponce de León, en donde informa al rey de España, Carlos III, el paso de un devastador huracán, por lo que le solicita ganado y caballos para restaurar y trabajar la tierra. El tiempo avanza a medida que nos encontramos con los nuevos relatos y van surgiendo historias como ‘Manolín y Camarero’, que son más contemporáneas y divertidas.

     La cuarta parte es más bien una especie de ñapa titulada ‘Otros cuentos’ en donde volvemos a ver una referencia histórica, en este caso con el caballo de Troya, pero con un final inesperado y, hasta podría decirse, juguetón en ‘El caballito de madera’. El segundo y último cuento de esta parte se titula ‘Equus rex’. Este cuento es un relato futurístico en donde una familia sale en su vehículo volador a dar una vuelta alrededor del espacio aéreo de Puerto Rico. Mientras pasan van reconociendo las ruinas y lugares histórico con una especie de escáner enciclopedia que lo reconoce todo. Al final descubren que todavía existe una majestuosa bestia que debía estar extinta, pero que corre majestuosamente a través de las costas y llanos de Puerto Rico. Este es probablemente es cuento más preciosista de todo el libro, pero es también el que contiene el final más emocionante de todos.

     Como acabo de insinuar, la mayoría de los cuentos en Equus rex son de carácter preciosista o contemplativo. Son una especia de elegía prosaica hacia el caballo e ilustres jinetes, criadores y dueños de estos animales a lo largo de la historia. El estilo narrativo predominante es más bien un estructuralismo rígido y, a veces, repetitivo. Sin embargo, este libro es un testamento de admiración y conocimiento mitológico, histórico y, sobre todo, equino en donde cualquier lector puede encontrar un espacio para descubrir la belleza de las letras a través de la majestuosidad de la bestia más noble de todas: el caballo.

     Equus rex fue el Gran Premio Nuevas Publicaciones de la X feria Internacional del Libro de Puerto Rico 2007 y cabe mencionar que es producto de una tesis artística realizada en la Universidad del Sagrado Corazón en Santurce, Puerto Rico, como parte de una Maestría en Creación Literaria.

Mis relatos favoritos han sido:
‘Incitatus’
‘La importancia de llamarse Rocinante’
‘Un caballo sin jinete’
‘Manolín y Camarero’
‘Equus rex’

Elementos narrativas predominantes:
-Estructuralismo
-Recuento y análisis histórico
-Brevedad
-Preciosismo


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jueves, 15 de marzo de 2012

Libro decimotercero: Los deambulantes


Los deambulantes
de José Vilasuso

     'Los deambulantes' es una publicación independiente, y el autor se ha tomado unas licencias de lo más interesantes para crear su propio estilo narrativo. Al principio de cada relato, antes de cualquier título (cosa editorialmente incorrecta, por lo que he escuchado), José Vilasuso nos regala una pequeña introducción a modo de prólogo, digamos, para crear un trasfondo o engancharnos desde antes de comenzar a leer a la historia principal. Tengo que confesar que gracias al formato y construcción del libro, al principio me resultaba difícil entender qué era aquella narración que de repente me comenzaba a hablar de algo totalmente diferente, pero rápidamente entendí que era algo que iba sobre el título de cada relato, y que no era otra cosa que un preámbulo al relato. Quizás si se les hubiese dedicado un espacio aparte, una página, no sé, algo que los separara mejor de la narración anterior, a lo mejor era más fácil entender la peculiar licencia narrativa que se toma Vilasuso en este libro.

     Por ejemplo, en el primer relato, ‘Los deambulantes’, tenemos una especie de prólogo de más de cuatro páginas. Pero no es el prólogo del libro, sino el prólogo del cuento, cosa que comprendemos al comenzar a leer el primer relato. No quiero hablar mal de esto porque, sinceramente, funciona como ambientación preliminar. En ‘Los deambulantes’ vamos echando unos vistazos al día metropolitano de varios personajes cotidianos, incluyendo a un par de indigentes y una señora con buenas intenciones. Básicamente, es una pequeña novela muy colorida en donde el autor aprovecha la repetición, el diminutivo, la ironía y el lenguaje callejero para crear un ritmo narrativo muy peculiar que desemboca en la realidad del ‘oficio del deambulante’.

     Luego de ‘Los deambulantes’ nos encontramos con la narración del punto culminante de un partido de pelota. Son cuatro páginas de adrenalina en las que los narradores del juego van también arrojando luz sobre el pasado de los jugadores, y bien podría funcionar como un solo relato. Ahora bien, al cabo de la cuarta página nos encontramos con el título del segundo cuento: ‘El mejor premio para una madre’, y mientras lo vamos leyendo nos damos cuenta de que la situación del partido de pelota funciona como una especie de paralelismo o contrapunto narrativo que nos revela una gran sorpresa justamente con la última frase del epílogo del cuento. Aquí debo detenerme a comentar que ‘El mejor premio para una madre’ fácilmente puede funcionar como una pequeña novela. Tiene varios conflictos, personajes que evolucionan y situaciones diferentes que van desembocando una tras otra dentro del torbellino de una espiral existencial que sacude el estilo de vida de una joven estudiante universitaria.

     Estos dos cuentos parecen ser la atracción principal del libro debido a su extensión y complejidad. Sin embargo, el tercer relato, un cuento corto titulado ‘La burla frustrada’ es mi cuento favorito de ‘Los deambulantes’. Realmente son dos cuentos en uno pues se trata de un chico cuentista que descubre el mundo de la imprenta y es atormentado por su maestro de salón hogar, quien se mofa de sus cuentos y de sus dibujos. Para vengarse, hace que su maestro lea en frente de todo el salón una de esas historias de las que tanto se mofa. Entonces el autor nos entrega la versión completa del relato del niño, una historia de piratas y de un médico que quiere mayor respeto. Es impresionante porque fácilmente nos damos cuenta de que el médico del barco pirata y el niño cuentista del salón de clases pueden ser la misma persona. Inclusive, el niño le revela al maestro un posible futuro de tragedia en el que el médico/estudiante prefiere saltar al mar y perderse que seguir tolerando los malos tratos de su capitán y de sus compañeros. No es otra cosa que un paralelismo ingenioso y muy bien logrado que nos cuenta una historia a través de otra, y viceversa, mientras sugiere una crítica al modelo de enseñanza del sistema de educación actual.

     Luego del mejor cuento viene otro pedazo narrativo que nos introduce a ‘Los patinazos del padre Suárez’. El autor utiliza una discusión de barra entre un sacerdote que busca nuevas maneras de capturar a la feligresía y un indeseable que lo juzga por su ‘liberalismo’, dándonos un sabor de la hipocresía y la presunción estereotipada de la gente.

     ‘El galleguito misterioso’ es otro relato que solamente comprendemos con esa última frase sorpresiva. El cuento me deja con algunas dudas con respecto a los hechos que se presentan en la narrativa, pero temáticamente parece un injerto entre ‘La burla frustrada’ y ‘Los patinazos del padre Suárez’. También, a las alturas de ‘El galleguito misterioso’ fue que vine a darme cuenta de algo muy curioso. Vilasuso tiende a narrar sus historias como lo haría Emilio Díaz Valcárcel. De repente convierte la voz narrativa en la voz de alguno de los personajes sin la necesidad de acotaciones o marcas de diálogo. Esto muy difícil de lograr porque muchas veces nos resulta muy abrupto el cambio entre el tono y la forma de hablar del narrador y la del personaje. Sin embargo, Vilasuso lo hace tan perfectamente que, en mi caso, no fue hasta el final del libro que vine a darme cuenta.

     ‘Un plato de lentejas’ es otro relato breve de Vilasuso que me ha gustado mucho. Un hombre, aparentemente un sacerdote, visita a una mujer a la que llaman La Tintorera para pagarle por un plato de lentejas. Vemos cómo todo es parte de un ritual erótico que raya en la prostitución, pero que se nos pone en perspectiva con el final en donde  sabemos que la mujer está casada, que el esposo conoce lo que su mujer está haciendo, y que no le importa porque él puede estar haciendo lo mismo por la noche. Dos giros en uno. Muy bueno.

     Al final de algunos relatos también encontramos un fragmento concluyente bajo el nombre de ‘epílogo’. A veces resulta indispensable conectar el relato con este último pedazo narrativo para redondear el conflicto y entender completamente la historia. Por ejemplo, en ‘El mejor regalo para una madre’ no es hasta la última frase del epílogo que comprendemos lo que había estado sucediendo a lo largo del paralelismo o contrapunto que el autor ha construido. Así, junto a la ya mencionada introducción, Vilasuso nos hilvana una serie de pequeñas novelas, al estilo de Miguel de Unamuno, digamos, por lo breve.

     José Vilasuso y ‘Los deambulantes’ son una pareja a la que hay que leer con cuidado. Entre el vocabulario callejero de los personajes hay un narrador elocuente y, a veces, un poco rebuscado, que se preocupa por arrojar colores y sobretonos populares de una manera elegante. Al final, igual que con el efecto Valcárcel, también me he dado cuenta de que lo que hace a ‘Los deambulantes’ de Vilasuso diferentes es la manera de contar como si estuviésemos escuchando al narrador en persona, y no meramente como si estuviésemos leyendo un libro. En otras palabras, son ‘cuentos contados’, como dijo alguna vez Gabriel García Márquez en un congreso de escritores. Tan pronto comprendemos esto, entendemos que no estamos leyendo una serie de historias, sino que realmente nos las están contando.

Mis relatos favoritos han sido:
‘La burla frustrada’
‘Un plato de lentejas’

Elementos sobresalientes:
-La novela pequeña, a la Unamuno
-El contrapunto o paralelismo narrativo
-El ‘cuento contado’, según dice Gabriel García Márquez
-La voz narrativa majadera, a la Valcárcel


Próxima entrada: Equus Rex

miércoles, 7 de marzo de 2012

Libro doceavo: Adiós, Mariana y otras despedidas


Adiós, Mariana y otras despedidas
de Awilda Cáez

     ‘Adiós, Mariana y otras despedidas’ es un libro de cuentos escrito en dos mitades: Ellas y Ellos. Veamos la primera:

 
  “ -Bebes a las ocho de la mañana -preguntó él con seriedad.
       -En algún lugar del mundo son las ocho de las noche -contestó la escritora.”

     Nada más con este pequeño diálogo Awilda Cáez caracteriza de una manera sorprendente a un personaje hastiado que decide acabar con su relación atropellada por medio de un final literario, que se transforma también en el fatídico final del cuento “Adiós, Mariana”.


“-No te preocupes, querida. Recuerda que eran dos zapatos.”

     ‘La princesa’ es un microrelato que utiliza el famoso cuento infantil de la cenicienta para contarnos una historia de infidelidad. Me encantan los microrelatos, y la idea de la autora es genial, pero siento que el final de este pequeño cuento no muy sólido. A fin de cuentas, me ha transmitido la idea de una infidelidad, así que realmente ha funcionado. Quizás mi disgusto venga del macharrán bestia que habita en mi subconsciente… (gracias al profesor Carpio por la apología).


“Cuando regresé al apartamento, me detuve a pensar cómo cada momento de felicidad que regalo me hace sentir feliz también. Es como las mentiras que se hacen verdades a fuerza de repetirse, como la canción que de tanto escuchar terminas cantando cuando te bañas.”

     ‘Consuelo para deprimidos’ es un cuento en el que la tristeza se torna hermosa. Me explico, la protagonista está consciente de que la gente a su alrededor vive una tristeza eterna que los destruye poco a poco. Algunos se suicidan. Otros acaban con sus matrimonios. Pero ella se propone convertirse en un instrumento de bondad con el pretexto de que ella también se alegra al ver que las demás personas son felices cuando ella las ayuda. Lo genial del cuento es que vemos la tristeza más profunda y desgarradora en la propia anti-heroína que pretende ignorar su propia desdicha espiritual.


“Cecilia murió un jueves de octubre a manos de su marido. Recuerdo que esa mañana, desperté antes de que sonara la alarma. Fui al baño y cuando encendí la luz, me di cuenta de que tenía rastros de sangre en los labios.”

     En ‘La misma  sangre’ vemos un genial solapamiento de dos personajes. Me recuerda a ‘La señorita Cora’, de Julio Cortázar, en donde en medio de la narración un personaje pasa a ser el otro sin que nos moleste y sin que nos queden dudas de quién está hablando. Es muy difícil lograr esto de una manera tan elegante, y por eso ‘La misma sangre’ es probablemente mi cuento favorito de Awilda Cáez.


“No podía creer mi suerte. Tantas personas caminaron esa mañana frente a aquel montón de desperdicios y fui la única que se fijó. La tomé en mi mano, en realidad, una parte en cada mano: era la mismísima flecha roja de Cupido.”

     ‘Un largo y pesado imposible’ es otro cuento fabuloso. Ya al final me daba la impresión de que se tornaba un poco predecible, pero realmente todo era parte de una anticipación necesaria para ese final doloroso que nos deja con alguna esperanza. Honestamente, esperaba que acabara con ella partiendo y desechando nuevamente la flecha de Cupido en algún zafacón; pienso que eso le daría circularidad al cuento, pero luego veo el texto de lejos y pienso que es mejor así. Nos deja con la idea deseada en la mente, de todas maneras. Puede sucederle lo que le sucedió a Leticia, la mujer que se quedó con su amado. Es una historia muy bien lograda que en ningún momento cae en algún cliché melodramático.


“…Hablaba como lo haría Ignacio, el personaje que vivió dos años dentro de mi cabeza mientras escribía la novela, el que convertí en el hombre que quería para mí.
     -¡Qué coincidencia! -comenté.
     Busqué la segunda página. Firmé y añadí una frase de agradecimiento…
     -No es coincidencia -contestó-. Yo soy Ignacio, el que estás buscando.”

     ‘En la esquina del café Ámsterdam’ volvemos a encontrarnos con un solapamiento de ideas, en este caso, entre lo literario y la realidad. La protagonista conoce al personaje de su propia novela, se enamoran, pero entonces tienen que atenerse a lo que ya estaba cruelmente escrito.


     ‘Techo sin estrellas’ es un metarelato del personaje de una escritora mediocre a la que sus personajes se le revelan para crear una verdadera novela ‘seria’, como ella misma le llama. Es fácil recordar a Unamuno con este gran cuento. Y es alegre leer un despertar literario al final de un buen relato.



     Y con el adecuado ‘Unas cuantas horas’ encontramos un puente carnal que nos cruza al otro lado del libro: Ellos.

     ‘Ellos’ es apenas una cuarta parte del libro. También noto que los relatos de esta parte son un tantito menos audaces, pero apenas. Igualmente son excelentes.

     En ‘Amor al arte’ vemos una historia, más que de un hombre, del poder de los cuentos y de las mentiras bien contadas. Temáticamente me pareció algo alejado del consecuente amor-piel-espejo-hombre-mujer-ambos que vemos tan y tan bien en ‘Ellas’. Sin embargo, ‘Amor al arte’ es un cuento divertidísimo.


“-Vives en Santurce, ¿verdad? Yo vivo en Río Piedras.
  -¿Con Iris? Me dijeron que te casaste con ella.
  -Sí, nos casamos hace siete años -dices mientras bajas la mirada-. ¿y tú?
  -No, yo no me he casado todavía. Creo que no está en mi destino -contestó con una sonrisa y se retiró a saludar a los demás.”

     ‘Dos noches y Elisa’ nos dibuja a un personaje masculino que añora la piel ajena. Es un relato sofisticado porque casa irremediablemente al hombre con el deseo, y convierte esa pasión carnal en algo también sentimental y admirable, razón de tribulación y sufrimiento espiritual. En otras palabras, le añade valor literario y dimensiones estéticas al estereotipo del hombre infiel.


     ‘Interrogatorio’ es un mejor microrelato que el que nos encontramos en ‘Ellas’. Sin embargo, yo creo que era suficiente con esa última oración:

“Luego del beso, el sapo y la sapa abandonaron la casa rumbo a su nuevo hogar en el río.”

Lo que sucede es que está tomando dos conflictos en un mismo cuento: la fidelidad y el giro del cuento original del sapo encantado. De todas maneras, funciona muy bien.


     ‘Dos de noviembre’ me ha ablandado los sentidos. Es el relato más orgánico que he leído en el libro de Awilda Cáez. Me refiero a que tiene una fuerte presencia naturalista por los temas de la enfermedad y la miseria, pero en un mundo que todos conocemos. Me ha estremecido el final por la crueldad y por la dulzura, algo similar a la sensación que me provocó aquel final de Yolanda Arroyo Pizarro en ‘Montar las olas’, del libro ‘Avalancha’: “todas las bananas del mundo”. La ternura se convierte en dolor, y viceversa. Es el mejor cuento que le corresponde a “Ellos”. No incluyo una cita directa porque tendría que escribir el texto completo. El cuento es un proceso emocional de existencia y soledad, y solamente se celebra cuando se pasa por ella desde el principio hasta el final.


     ‘Cambio de vida’, al igual que ‘Amor al arte’, nos cuenta una historia en la que el hombre está ligado, no a la piel, sino a la competencia, a la aceptación, al reconocimiento. Ahora que vuelvo a notar una recurrencia a ignorar por completo la temática principal del libro, entiendo que es necesario, porque es una parte fundamental del hombre competir y sobresalir. Es un motor que lo mueve y que también puede destruirlo, y está muy bien representado en el cuento ‘Cambio de vida’.


     Y acabamos la pequeña sección para ‘Ellos’ con el relato ‘La crema’. Aquí reanudamos el vínculo de la piel y el hombre, del espejo entre el hombre y la mujer. Leemos a un hombre que de repente gana consciencia de la gordura de su maravillosa esposa y entonces se encuentra en una encrucijada sentimental que se mueve sobre el motor de una crema de adelgazar bien intencionada, pero que solamente puede generar una profunda ofensa. Vemos a un hombre lujurioso, pero también generoso, un hombre sensible que puede conformarse, irónicamente, solo con unas manos finas y delicadas que lo acaricien.

     ‘Adiós, Mariana, y otras despedidas’ es uno de esos pocos libros que leemos y no podemos descartar un solo relato. Awilda Cáez ha hecho un excelente trabajo con cada uno de ellos. Es una escritora moderna, genial, original, consciente de lo que está escribiendo. He comentado apenas los relatos que más me han llamado la atención pero, honestamente, cada uno de ellos vale la inversión en este excelente libro de literatura contemporánea puertorriqueña, uno de los mejores que he leído hasta la fecha.


     Como nota al calce, este ha sido el primer libro que leo en formato digital (e-book). Para NADA me complació la experiencia. Es extenuante el no poder doblar una página favorita, o abrir tu libro y surfear aquel cuento a través de los folios mientras te abanica el rostro con su olor a celulosa procesada. Tampoco puedo meter un pedazo de papel o de cartón para marcar mi progreso. Sé que existen funciones parecidas en los programados de lectura, pero definitivamente no es lo mismo. Puedo decir, con experiencia, que me disgusta leer libros en formato electrónico.

Mis relatos favoritos han sido (por sacar lo mejor de lo mejor de cada parte):
‘La misma sangre’ (Ellas)
‘Dos de noviembre’ (Ellos)

Elementos sobresalientes:
-El iceberg o microrelato
-La ironía
-La melancolía bien lograda


Libro decimotercero: Los deambulantes