sábado, 21 de julio de 2012

Libro vigesimoquinto: Ficciología


Ficciología
de Nelson Esteban Vera Santiago

     Si tuviera que describir en dos palabras el libro de Nelson Esteban Vera Santiago, serían estas: denso y volátil.

     La prosa de sus cuentos es un vaivén de imágenes poéticas y diferentes situaciones. En cuentos como  ‘Palomar de Bahía’ el narrador nos sitúa en dos o tres escenas diferentes y las va hilvanando de manera independiente hasta hacerlas converger, de alguna manera.

     En ‘La torre de Micerino’ la muerte es caracterizada de manera muy poética como una jovencita seductora que viene a acabar con un anciano, y fracasa en su intento.

     ‘El retrato de Mercedita’ es una ficción del amorío de una mujer con el dictador dominicano, Rafael Leónidas Trujillo, y como eso llegó eventualmente terminó mal. El relato carga con una gran belleza descriptiva y sentimental, pero lo que más me llamó la atención es que el relato amoroso se da entre medio de una situación en donde un pintor busca a estar mujer, ya anciana, para pintarla. Se podría decir que ‘El retrato de Mercedita’ es un cuento dentro de otro cuento.

     ‘Profundidad’ es un hermoso y melancólico relato en donde una mujer buzo recuerda a su amante bajo el agua. Este es un relato que toca la homosexualidad de una manera muy literaria. También toca brevemente el tema de la enfermedad y la permanencia de la otra persona cuando las cosas se ponen difíciles en una relación. El final trágico puede recordarnos la lucha interminable de la comunidad homosexual por la legitimidad de su estilo de vida y sus derechos humanos, todo de una manera muy sutil y bella.

     Le sigue un relato mucho más atrevido y carnal titulado ‘Recreo’. Es prácticamente una escena en donde una adolescente se escapa de la escuela en la hora del almuerzo para irse con un hombre mayor y tener relacione sexuales en algún otro lado. Retrata perfectamente la ingenuidad del personaje joven y cómo el hombre mayor se aprovecha de eso para usar a la chica pubescente.

     Siguiendo la vibra juvenil, tenemos a ‘Slowhands’. En este relato un hombre joven va guiando de noche por la autopista luego de haberse endrogado con cocaína en una discoteca. El cuento alterna fragmentos de canciones relevantes con las alucinaciones divertidas del muchacho, quien lleva a Homero Simpson en el asiento de atrás, molesto porque no encuentra el control remoto de la televisión, y a su lado Osama Bin Laden, que lo acompaña en silencio, sin mirarlo, casi como un fantasma de su propio delirio. El relato termina de una manera predecible. Su vida termina con un accidente de tránsito.

     ‘Policromado’ es un relato erótico que comienza con algo de suspenso pues hay un hombre mayor desangrándose en el cuarto de un motel mientras su amante juvenil se va en una especie de retrospección de cómo lo conoció. Este relato tiene méritos, no por lo poco que dice, sino por cómo dice esa pequeña escena intensa de placer y dolor.

     ‘Circunstancias’ está construido con escenas más claras y evidentes, separadas por espacios literarios (no como en ‘Palomar de Bahía’). El tono estoico y casi cínico del relato me recuerda a los grandes relatos modernos del catalán Quim Monzó, uno de mis cuentistas contemporáneos favoritos. Lo que me deja perplejo de este relato es que en cada escena hay un personaje diferente que no tiene nada que ve con las demás escenas. A simple vista, uno podría decir que todas esas personas comparten las mismas ‘circunstancias’, pero no puedo estar seguro. No entendí el relato.

     ‘La sinfonía belga’ cuenta la historia de dos amantes, uno puertorriqueño y otro estadounidense, y de Margaret, la mujer a la que ambos aman. Los párrafos de este relato cambian de personaje de manera casi imperceptible, y eso me dificultó un poco entender la historia. Sin embargo, las oraciones está cargadas de una dulzura amarga, aquella sensación que experimentan los que se aman desde lejos. Al final, la mujer piensa que su esposo, el norteamericano, la ha abandonado cuando decide salir a promocionar su nuevo libro. En el viaje conoce al hombre puertorriqueño, conectando las tres historias de manera casi fantasmagórica. Me llama la atención de ‘La sinfonía belga’ que aunque estas personas se aman desde lejos, en cada momento vemos conexiones entre todos ellos cuando se fijan en los pequeños detalles o en las memorias de la juventud, cuando apenas se conocían. Tengo que resaltar el uso constante de frases en este relato, que no necesariamente completan una idea literaria, sino que dan matices poéticos a las remembranzas y sensaciones que emiten los personajes desde las páginas del libro.

     ‘15,145 páginas’ es relato corto que nos muestra un momento en la vida de Henry Darger. Las cosas a las que le presta atención y su pequeñas manías nos sugieren que se trata de un depredador sexual de niños y niñas, pero que pasa desapercibido, irónicamente, como un ‘loco’ común y corriente.

     ‘En casa’ es otro relato atmosférico, como ‘Miro por la ventana’ o ‘Sábado’, de Quim Monzó. Sin embargo, el tedio y la pesadez cotidiana de ‘En casa’ no llega al ‘asombro’ que decía Borges, porque al final daña toda la experiencia con una oración inentendible en donde entra un segundo personajes que no habíamos visto antes y que, aparentemente, observa al hombre del cuento en su cotidianidad. Encontré muchas oraciones literarias de gran poder. Por ejemplo, me gustaron mucho:

“Encendió la luz, los colores eran asquerosos.”

y

“Por un momento pensó dos cosas: que la manera en que inspeccionaba la casa era demasiado lenta (lo que propiciaba a un sinfín de escalofriantes posibilidades de acecho) y que lo que hacía tenía cierta lógica profiláctica…”


     En ‘Fabio’ se presenta la demencia como una enfermedad contagiosa. Primero se vuelve loco  Fabio, y después su amigo Luisillo. En cierto momento se insinúa la posibilidad de que esta locura viene de una ‘falta de madurez’ de los dos jóvenes, pero es algo que realmente no se desarrolla en el resto de la historia. Hubiera sido interesante. De todas maneras, no hace falta ya que se maneja muy bien la idea de que la locura es contagiosa. Al final vemos como Fabio se cura y otro hombre más jura que la semana que viene le toca a él ser el loco. Pienso que esto se puede interpretar de varias maneras, como la necesidad de las personas de salir de la rutina y ‘hacer locuras’, o la enajenación que uno enfrenta al hacer cosas diferentes y cómo eso nos separa del resto (clásico tema del Quijote), pero el hecho de que esta ‘enfermedad infecciosa’ solamente le de a los hombres le añade una nueva dimensión a la idea. De hecho, las mujeres esposas de ellos tienen que enfrentar esa locura de manera muy sufrida y realista, cosa que se despacha con oraciones esporádicas e inconsecuentes. De todas maneras, me parece que en este cuento hay mucho que ver, pero no seré el que analice su potencial literario, al menos no aquí.

     ‘Reglas de procedimiento para el amor en picada’. Este cuento es un cuento, y es bien diferente a lo que debe ser un cuento. O sea, no tiene una estructura ordinaria: se construye a manera de reglamento, y en las reglas se dan nociones eróticas sobre lo que es el amor de los dragones, el sexo durante una caída en paracaídas, la ruptura de la monotonía en una relación amorosa, y, además, para darle forma de relato literario, la historia hilvanada poco a poco, a pinceladas, de una instructora paracaidista y un soldado que quiere aprender a lanzarse desde las alturas. ‘Reglas de procedimiento para el amor en picada’ es un relato intrépido, muy bien logrado, gracioso, divertido, original, fresco; en fin, vale la pena comprar el libro nada más para leer esta curiosidad de relato.

     No encontré particularmente interesante el relato ‘A los prisioneros de guerra’. Si bien Vera Santiago pretende realizar algún tipo de crítica social, no me pareció contundente o trascendental (me perdonan la rima).

     ‘Adultos’ comienza con una escena erótica que resulta ser un sueño. Luego sabemos también que se trataba de un sueño erótico entre un primo y una prima. El narrador en primera persona indaga lo que es el ‘llamado de la naturaleza’ y la prospección subconsciente de un acto incestuoso futuro, que todavía no ha sucedido, pero que tiene que suceder. La parte final del cuento es más bien tierna, pero el desenlace en sí toma un giro de complicidad y perversión que —lo admito— sale de la mente del lector y cambia por tercera vez el tono de la historia.

     ‘En el cafetín de Raúl’ es otro relato escénico en donde la atmósfera pesa más que el hilo de la historia. La acción es ordinaria y apenas al final conocemos algo de lo que estaba sucediendo tras bastidores: otra aparente crítica social, esta vez hacia nuestra política isleña.

     Entonces viene otro cuento grandioso. ‘Juegos de pelota’ al principio tiene el mismo aire cotidiano y escénico de otros cuentos de ‘Ficciología’, pero entonces cobra una intensidad escalofriante al final. Un hombre recibe la noticia de su esposa de que el pago de la hipoteca está cerca, no hay comida en la casa y, que está embarazada. El hombre, mientras tanto, sigue viendo un juego de pelota y le informa a su esposa que al día siguiente irá a jugar un partido con sus amigos. Luego nos enteramos de que el hombre y sus compañeros se dedican a cruzar indocumentados que vienen por el mar a cambio de un pago monetario. La frialdad con que se maneja este procedimiento, incluyendo la decisión de echar al agua a un hombre al que un tiburón le arrancó una pantorrilla, le dan ese toque asombroso y trascendental a ‘Juegos de pelota’.

     Al final del relato titulado ‘El insulto del medio día’ literalmente estuve tratando de separar la página siguiente en dos porque creía que el cuento todavía no se había acabado. Esta historia está incompleta; no funciona como está.

     ‘La letra’ comienza divagando un poco, aunque pronto nos topamos con este diálogo:

     “—¿Le gusta la literatura checa—fue la primera idiotez que se me ocurrió.
     —NO. —dijo él.
     —¿Qué busca?
     —Una letra en la cual está encerrado Dios.”

     Lamentablemente, el relato termina de una manera superflua pues, aunque el hombre logró encontrar la letra que buscaba después de muchos años, nada parece haber cambiado realmente. La solución se nos regala y el conflicto parece esfumarse del cuento.

     ‘Sube y baja’ fue un cuento que me dio órdenes. No le hice caso.

     ‘Soledad del tiempo’ es un relato que pretende, aparentemente, crear un puente literario entre la vida de una mujer moderna, profesional y exitosa, con la vida perdida en un pueblito de la montaña. Realmente no entendí el desenlace, en donde la mujer parece haber muerto, pero entonces se ve a sí misma llorando dentro del carro mientras considera meterse de nuevo a la vieja casa. Bah!

     Así el libro se diluye en un rabo de cuentos cortos que no tiene la misma fuerza de los primeros relatos, los cuales están construidos con más cuidados y fueron mucho mejor pensados. ‘Break pal’ café’ explora el desencanto de las parejas luego de varios años de estar casados, y ‘La mosca’ y ‘Fetiche’ apenas me llamaron la atención. Ficciología termina con un relato titulado ‘Ser ficciólogo…’, que utiliza el recurso literario de las notas al calce, y que tanto odio. Solo ha habido un autor que me ha impresionado con el uso adecuado de este recurso, y ese era Jorge Luis Borges con su ‘Tlon, Uqbar, Orbis Tertius’, incomparable, realmente, y que muchos han tratado de imitar sin lograr el mismo efecto.

     Aparte de ese traspiés final, Ficciología es una gran libro de relatos. Tiene poesía y creatividad. Explora los cuentos situaciones, que fluyen casi como escenas cinematográficas; también entrega varios cuentos que exploran la sicología de los personajes, y no realmente lo que está sucediendo físicamente en el relato.

     ‘Ficciología’ es parte de la Colección Premios de Literatura 2010, del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Probablemente los relatos de Vera Santiago fueron publicados tal y como fueron presentados para la evaluación del premio pues hay muchos errores ortográficos y gramaticales a través del libro. Sin embargo, no se hace la salvedad en ningún momento.

Me han gustado casi todos los relatos de Ficciología. Podría resaltar estos pocos, más bien por mis gustos personales, y no por restarle mérito a los demás:

‘El retrato de Mercedita’
‘Profundidad’
‘Fabio’
‘Reglas de procedimiento para el amor en picada’
‘Juegos de pelota’

Elementos narrativos importantes:
-La brevedad; son relatos cortos.
-El estilo cinematográfico de algunos de los relatos que se mueven a través de escenas muy visuales, como en ‘Palomar de Bahía’ y ‘Circunstancias’.
-La anticipación del desenlace de manera inteligente y efectiva.
-El tono juvenil y moderno de casi todas las historias.
-El lenguaje fresco, intrépido y, a pesar de todo, digerible.


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sábado, 14 de julio de 2012

Libro vigesimocuarto: Los cuentos de mi abuelo y otros cuentos de camino


Los cuentos de mi abuelo
y otros cuentos de camino
de Efrén F. Ríos Santiago

     Esta publicación independiente es un pequeño texto que recoge una serie de historias populares o de familia que se conocían en el Puerto Rico de hace más de medio siglo.

     Efrén F. Ríos Santiago trata de coleccionar las historias de fantasmas, aparecidos, y otros mitos rurales del Puerto Rico de antaño. También las complementa con algunas fotografías muy bienvenidas de los lugares a los que hace referencia. El problema es que no todas las historias son cuentos. Las que sí lo son, se quedan con un desenlace impotente, como si se negara a sí mismo el placer de haber contado ese poquito más. Compré el libro con la esperanza de leer historias antiguas convertidas en relatos literarios, pero la mayoría, aunque sí tienen la estructura elemental de un cuento (situación conflictiva, personaje principal, unidad temática, etc.), me dejan deseando un poco más —solo un poco más.

     Los relatos tienen una belleza sencilla, sin pretensiones, las historias son todas cortas y a veces divagan en detalles ajenos a la historia misteriosa o al mito rural, que es lo que nos llama la atención. Hay mucha nostalgia en los relatos de Ríos Santiago, cosa que a veces entorpece su arte narrativo.

     Personalmente, no me importa mucho si los relatos exponen un conflicto claro o de trascendencia. Entiendo que también me puedo disfrutar una historia si está narrada con delicadeza y buen uso del lenguaje. Algunos relatos de Ríos Santiago lo logran. A veces me recuerda lejanamente al escritor dominicano Juan Bosch por su prosa depurada y clara. Sin embargo, Efrén F. Ríos Santiago nos siempre es muy preciso. Como ya he mencionado, divaga mucho en recuerdos nostálgicos.

     A veces me molestaba al leer alguno de los cuentos de Efrén F. Ríos Santiago porque llegaba al punto que podía haber un desenlace elevado, sorprendente y sobrecogedor, como en ‘La deuda’ o en ‘El tesoro’, pero se quedaba en lo chiquito y apenas trascendía el potencial literario que, al fin y al cabo, se quedaba dormido. Entiendo que son los relatos clásicos que aprendió de su abuelo y que por lo tanto pretendió dejarlos con la mayor claridad y fidelidad posible, pero creo que es imperdonable haber dejado pasar varias oportunidades literarias tan excepcionales. Con una sola oración que diera un giro de tuerca o una revelación (in)esperada, cada relato de este libro podía haber sido algo más. A veces sentía que me elevaba hasta las nubes con la promesa de ver el rostro de Dios, pero entonces me dejaba caer desde el cielo y destruía la fe literaria que había cultivado en mí hasta ese momento.

     Otras veces, irónicamente, luego de haber concluido el relato con un desenlace satisfactorio, le añade una oración, o hasta un párrafo más, que explica de manera redundante lo que ya se había sobreentendido. Esto sucede, por ejemplo, al final del simpático relato ‘El espíritu travieso’. Otros, como ‘El ángel del hospital’ y ‘¡Por mi madre!’, terminan de manera precisa, adecuada y económica.

     Sí, tengo que dar justicia a las excepciones. En este pequeño libro hay un cuento que ni siquiera parecen pertenecer al mismo texto. Es tan diferente en estructura, tono y lenguaje, que sobresale como lo que debían haber sido los demás relatos que se cuentan aquí. ‘La maldición’ es un relato que comienza en primera persona, con mucha energía, in media res; el conflicto es clarísimo desde el principio: la protagonista corre peligro al ser diagnosticada con lepra. Este relato se aleja de la estructura de los otros relato del libro, que son todos narrados en tercera persona y hacen alusión a alguna remembranza del autor. En ‘La maldición’ el autor desaparece por completo. Su personaje se apodera completamente de la acción y desemboca en una resolución mágica: la protagonista es asesinada con fuego y se convierte en un espíritu piromaniaco. Me fascinó esta idea vengativa. Aquí cito una parte poderosa de la narración, lo más literario de este libro, en mi opinión (me perdonan la rima):

“A los tres meses del incidente, cuando ya nadie comentaba el mismo, explotó una caldera en la central azucarera y comenzó un fuego. Me vi atraída al mismo y me trasladé a la central. Pude ver a varios de los que habían participado en mi asesinato. Al acercarme a ellos el fuego me seguía y formaba parte de mi cuerpo y me di cuenta de que había llegado el momento de hacer justicia. Me aproximé a todos los que me habían lastimado y los abracé…”

¡Esto es narración literaria! No le perdono que repita tanto la palabra ‘fuego’, pero es lo único que le voy a criticar en ‘La maldición’.  Desearía que todos los cuentos de Ríos Santiago fuesen así.

Mis cuentos favoritos han sido:
‘La maldición’
‘La hechicera’

Elementos narrativos que sobresalen:
-Unidad temática (cuentos de aparecidos y fantasmas).
-Estructura narrativa clásica (exposición, nudo, desenlace, con la excepción de ‘La maldición’, que comienza en medio de la acción, o in media res, y el último cuento, ‘El ánima en pena’, que comienza con la noticia de un suceso misterioso).
-Brevedad; todos los relatos son cortos, de una o dos páginas.
-Aunque no se queda en la mera estampa costumbrista o folklórica, sí da a impresión de contenerse en casi todos los desenlaces, como si sufriera de una anorgasmia literaria.


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domingo, 8 de julio de 2012

Libro vigesimotercero: Las negras


Las negras
de Yolanda Arroyo Pizarro

     He leído ‘Las negras’, y siento que he vuelto a descubrir la prosa de Yolanda Arroyo Pizarro. Es más, siento que he redescubierto lo que en algún momento me habían enseñado sobre los negros esclavos y la cultura de la mujer negra en el Puerto Rico de antaño.

     Los tres cuentos de esta pequeña colección están divididos en una serie de escenas cortas y precisas. Estas, a su vez, están construidas con párrafos breves, contundentes, repletos de imágenes que complementan el hilo narrativo de ficción histórica que identifica a cada relato en ‘Las negras’.

     ‘Wanwe’ comienza con una primera página de fraseos que nos sumergen enseguida, de manera poética, en la historia de una mujer joven negra que es secuestrada de su aldea para ser vendida como esclava. El relato de ‘Wanwe’ intercala una retrospección de la niñez de esta mujer con la terrible realidad de sometimiento que enfrenta. Yolanda Arroyo Pizarro siempre logra crear unos contrastes poderosos entre la violencia y la ternura. En ‘Wanwe’ el lector puede sentir tanto el dolor de la separación y el maltrato físico de la mujer negra como también la ternura de su amor por su aldea, por su familia y por su religión.


     ‘Matronas’ es la historia de Ndizi, o más bien de todas las que compartieron el destino de Ndizi. Esta es una mujer conocedora de numerosos dialecto e idiomas. También conoce varios oficios, incluyendo el de la crianza y el de la cocina. Esta mujer libre es encerrada en una celda porque había jurado que si la capturaban de nuevo se las vengaría con los niños que ayudaría a nacer. Ndizi conversa con un sacerdote de nombre Petro. Mientras tanto, recuerda cómo eran las cosas antes en su tierra, en África, y cómo cambiaron cuando los negros comenzaron a capturar a otros negros para entregárselos a los portugueses. Cada escena en ‘Matronas’ culmina con una línea sorprendente, a veces una gran revelación que va cuadrando los hechos del cuento, otras veces se trata de alguna imagen sobrecogedora. Lo cierto es que el personaje de Ndizi establece una especie de puente cultural con sus idiomas y con sus remembranzas de lo que era y de lo que es, en su tiempo. ‘Matronas’ es una narración fresca porque en vez de enfocarse en la tragedia de la negra encerrada, más bien le da atención al espíritu humano y a la misma vez inclemente de una persona que ha sido destruida por la esclavitud y que se inclina a hacer cosas terribles para otros futuros negros y negras no sufran como ella. El relato termina con la ejecución de Ndizi, y con la mayor revelación de todo el libro: quienes eran los niños que mataba, y cómo lo hacía, o más importante aún, que ella no era la única.

     ‘Saeta’ es un relato algo más sencillo. La historia trata en resumidas cuentas de una negra que es abusada pos los hijos de su amo (y luego por el amo mismo al descubrirla). Lo especial de este relato es que la historia toma un giro de misticismo glorificado. El cadáver de la negra desaparece, también una de las ballestas de su amo. Unas escenas de unas negras guerreas nos dan una idea de lo que pudo haber sucedido al final de este relato, pero lo cierto es que la venganza se consuma. El amo, al final, muere asesinado. Otro aspecto diferente de ‘Saeta’ es que privilegia el uso de las descripciones de la naturaleza para validar el misticismo y la gloria de la venganza de la negra asesinada. En cuanto al estilo, este relato es algo diferente a lo que estoy acostumbrado a leer de Yolanda Arroyo Pizarro. Naturalmente, no deja de ser una lectura fresca e impresionante.

De los tres relatos excelentes de ‘Las negras’, tengo que exaltar a ‘Matronas’ por los finales de escenas tan contundentes y por las imágenes transgresoras imposibles de olvidar.

Elementos sobresalientes en ‘Las negras’:
-La fragmentación de cada relato en escenas pequeñas.
-Párrafos breves.
-Prosa sencilla, precisa y objetiva.
-El uso de la retrospección para hilvanar los hechos.
-La construcción de imágenes poderosas e inolvidables.
-Personajes principales todas negras esclavas.


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