martes, 31 de enero de 2012

Libro octavo: El oficio del vértigo


El oficio del vértigo
de Manolo Núñez Negrón

     Acercarse a ‘El oficio del vértigo’ es una experiencia interesante. A veces tienes la impresión de que estas leyendo poesía; así de numerosas y efectivas son las imágenes que encontramos en la narrativa de Núñez Negrón, pero otras veces su prosa parece demasiado artificiosa. El rico lenguaje del autor muchas veces te sorprende con una retahíla de imágenes coherentes y muy bien logradas, pero de vez en cuando comienza a sonar artificial. En especial cuando parece que es su voz la que suena, y no la de su personaje narrador. Esto es particularmente molestoso, pero afortunadamente esta practica se circunscribe solamente a los relatos de la primera parte del libro: ‘Maromas sin red’ (7 de los 20 relatos).

     El autor es un académico de la Universidad de Harvard. Sí. Sabe muy bien lo que hace con cada uno de sus relatos. El acierto más grande de su libro es probablemente el excelente manejo del tono narrativo en cada uno de sus relatos. Establece enseguida un tono específico, y luego lo sabe mantener a lo largo de su prosa hasta que el conflicto se desenlaza de una manera contundente.

      Esta es otra particularidad de Núñez Negrón: sabe trabajar los finales contundentes. El tono de cada relato va subiendo como en un crescendo que al final se desata de una manera no necesariamente sorpresiva, pero igualmente satisfactoria. Cuentos como ‘Pasión Toyota’, ‘Desvelo de amor’ y ‘Ora pro nobis’ contrastan grandemente con la iniciación erudita del libro, y nos dejan saber que el autor puede ser flexible con su narrativa.

     En la parte media, ‘Saltos al vacío’, comenzamos a disfrutar de relatos mucho más breves y fáciles. El autor cariñosamente baja el tono de su vocabulario. Entonces su narrativa se torna más Chejoviana; esto es, más cotidiana , pero sin caer en lo ordinario, y comienza a hilvanar personajes y situaciones más chejovianos, verosímiles y que generan empatía, superando así, y en mi humilde opinión, a los de la primera parte del libro. ‘Saltos al vacío’, por consiguiente, me ha resultado la mejor parte de ‘El oficio del vértigo’.

     ‘Días de circo’ nos devuelve a la narrativa un poco más longeva, pero sin los numerosos artificios de antes. Es irónico que en esta tercera parte solamente me ha llamado la atención ‘Desvelo de amor’, y que, sin embargo, en la parte primera que tanto he atacado, se encuentra mi relato favorito de todo el libro: ‘La ruta de los acantilados’. Con oraciones proverbios como “La gravedad es un querer estar en el mundo” y “La soledad va tejiendo su enredadera sobre la piel, que es la única patria del hombre” este relato cierra con una serie de imágenes referentes a la soledad y al suicidio que merecen varias relecturas para terminar de sentir el estremecimiento tan delicioso que un buen relato breve nos provoca.

Mis relatos favoritos han sido:
‘La ruta de los acantilados’
‘Alacena’
‘Centinela’
‘Desvelo de amor’

Elementos sobresalientes:
-Recurso histórico
-Oraciones proverbiales
-Metáforas y símiles tan numerosos como tan poderosos


Libro noveno: Avalancha

4 comentarios:

  1. En otras palabras amigo... me leo el libro de atrás pa'lante pero con la seriedad que me sugiere Bird...

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    1. Mas bien, desde el centro hacia afuera, pero no te vayas a divertir!

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  2. Sobre gente y gentes...(P. 112)

    El caso de «gente», como ya dijimos, es muy distinto. «Gente», sustantivo común, tiene numerosas acepciones. De ellas nos interesa hoy la primera, que es la forma de llamar de manera genérica a las personas: «Pluralidad de personas», dice el DRAE. Es decir, «gente» es, en primer lugar, un nombre genérico con el que se designa a una pluralidad de personas. Ésta puede ser total, refiriéndose a todos los seres humanos, como cuando decimos «La gente es muy voluble», «No se puede confiar en la gente», etc. Es como si dijésemos «Los seres humanos son muy volubles» o «No se puede confiar en los seres humanos». Pero «gente» puede ser también una pluralidad parcial, es decir, referirse sólo a un determinado conjunto de personas, como cuando estamos a la espera de un grupo de individuos, y en un momento dado preguntamos: «¿Ya llegó la gente?», o «¿Ya está toda la gente?». En estos casos se trata de una pluralidad de personas, pero no de todas las personas que forman el género humano, sino de un grupo determinado.

    Ahora bien, en el mismo DRAE hallamos otra acepción, en la cual «gente» designa a cada persona en particular. El DRAE registra esta acepción como propia de algunos países hispanoamericanos: «En algunos países de América, persona, individuo». Es decir, el DRAE da a «gente» como sinónimo de «individuo» y de «persona», pero con un ámbito geográfico restringido, de «algunos países de América». No sabemos cuáles son esos países, pero Venezuela es uno de ellos. Otro, seguramente, es Argentina, pues en un texto de Domingo F. Sarmiento leemos: «Este es el estado de nuestras gentes, duchos en la discusión, rebeldes en la práctica». El mismo uso lo hallamos en el venezolano Mariano Picón Salas: «...las asoleadas y perezosas gentes latinas...».

    Como puede verse, cuando «gente» se emplea como sinónimo de «persona», casi siempre va en plural, mientras que cuando se refiere genéricamente al «ser humano», se pone en singular.

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    1. Cuando decimos 'es alguien buena gente', por ejemplo, también nos referimos al singular, tanto en el individuo como al utilizar el singular de 'gentes'. Aunque en Puerto Rico no lo escuchemos mucho, es cierto que en América Latina dicen 'gentes' cuando hablan de las personas.

      Cuando Núñez Negrón escribe '...los barcos dejaron de fondear en la zona y las gentes se mudaron al interior', en efecto, se refiere globalmente al ser humano. El ser humano, todo el mundo, la gente (las gentes) se ha mudado al interior.

      Interesante detalle...

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