Cada vez te despides mejor
de José Liboy Erba
Debo admitir que cuando terminé de leer el primer relato ya había perdido las ganas de seguir
leyendo el libro. No me gustó ese primer relato. Sin embargo, casi una semana
después me dije “fue solo el primero; hay otros 38 que pueden ser mejores”. De
manera que cuando terminé de leer el segundo relato, “Cine Río Piedras”, de
repente sentí que estaba leyendo otro libro completamente. ‘Cine Río Piedras me
gustó mucho’; aquí tienen una pequeña cita:
“Si hubiese un segundo diluvio universal, Dios le ordenaría
a Noé que construyera un cine. Las parejas de enamorados llegarían por su
cuenta.”
Con una brevedad
agradable, Liboy Erba hace un planteamiento romántico-existencial sobre el
destino y la utilidad de los cines y de la naturaleza de los amantes y las
parejas de enamorados, todo esto mientras nos cuenta una historia de una manera
divertida, a pesar del monólogo interno.
El tercer relato
es igualmente impresionante. ‘La dificultad de mantener una hombría’ es un gran
acierto en términos de creatividad pues, con elementos totalmente cotidianos,
nos presenta una historia que raya en lo descabellado y fantasioso, pero que no
nos hace dudar ni por un momento el propósito metafórico y crítico hacia el
machismo y cómo destruye y deshumaniza ‘al pueblo’ y a ‘la familia’. Para que
tengan una idea de la genialidad de este texto, aquí les dejo una cita de ‘La
dificultad de mantener una hombría’:
“Mi muchacho me contó que vieron a Heráclito poniendo una
flor que no se desmigajaba en la tumba de su mujer. El muchacho de mi amigo me
contó que lo vio llorar… Heráclito se atrevía a ser marica.”
‘La poética de
Antonio García’ es otro relato que llama la atención porque convierte al
terrible y conocido ‘Toño Bicicleta’ en una especie de poeta fracasado que se
valía del asesinato para librarse de “la esclavitud de las palabras”.
Más adelante en el libro (y para no
detenerme en cada uno de los treintainueve relatos) me encuentro con un pequeño
relato titulado ‘Isabela’ que, aunque simple y pasajero, no se me escapa el
hecho de que esta es una reacción que me ha provocado el mismísimo cuento. No es un aspecto de la estructura o de su calidad literaria; ‘Isabela’ retrata con prisa, casi con
nostalgia, el modo de vida en un pueblo pequeño, o quizás el choque de volver
(o de querer volver) luego de quedar tanto tiempo lejos.
Enseguida nos
encontramos con ‘La vieja ambulancia’ que, aunque no es un relato particularmente
impresionante, utiliza una de mis técnicas favoritas: la intratextualidad, en
específico con el relato anterior, ‘Isabela’. El cuento es realmente tedioso, y
solamente lo salva el final que nos hace compadecernos del dolor oculto que
sufre el personaje principal. Aún así, el mero hecho de tener un final acertado
y emocionante, no justifica dar una lata aburrida y a lo largo del resto del
texto. Para mí, eso no funciona.
En ‘Cada vez te
despides mejor’ hay una serie de relatos que tiene versiones alternas. Por
ejemplo, tenemos ‘La cocina’ y ‘La cocina (Segunda versión)’. Así también están
‘El piano’ y Hortensia’. La primera versión de ‘La cocina’ me causó mucha
confusión; leerlo no fue una experiencia agradable. Si hay algo importante que un escritor debe tener en cuenta al escribir narrativa es que al leerla el lector debe
sentir que es más inteligente que el autor. Eso es como una ley, y demuestra,
irónicamente, que el autor realmente se las ha ingeniado para lograr producir
esta sensación en el lector. Yo me he sentido inepto e indigno de entender ‘La
cocina’. Para colmo, enseguida me encuentro con una segunda versión de la misma
historia (como si fuese una apología a la confusa historia original). La
segunda versión aparentemente está contada desde el punto de vista de un hombre
que en el otro cuento era un niño y personaje secundario. Es divertido leer la
misma historia desde dos perspectivas tan diferentes; lo que no es bueno es que
el primer cuento dependa del segundo para que haga sentido completamente. Se
supone que un cuento sea autónomo, independientemente de que encierre un
intratexto o una referencia histórica, entre otras cosas.
En ‘La tercera
versión’ siento desde el principio que viene un peligroso final predecible. En
realidad se trata de un relato chejoviano que no tiene nada que esconder y que se vale
meramente de lo que hacen o dicen los personajes para contarnos con toda la
sinceridad del mundo la historia de un atribulado escritor que tiene problemas
mentales y que quiere recuperar a su ex esposa y a su hijo. Es con este tipo de
relato que odio no poder comentar el texto de una mejor manera porque realmente
la magia no está en lo que se dice, sino en cómo se dice. ‘La tercera versión’
es un cuento excelente (y no tiene que ver nada con el cuento ‘La cocina’).
‘Las guirnaldas’
es un relato gracioso. Básicamente, el personaje principal cuenta con
sorprendente elocuencia una retrospección en la que su vecina le coquetea y se le insinúa. Yo creo que lo genial del relato está en contar una historia descaradamente
simple con oraciones muy pensadas y muy bien estructuradas. Otro aspecto
admirable del relato es que tampoco cae en la lata, considerando el estilo
narrativo cómico. Por otro lado, sí me parece que hay una leve variación en el
tono cómico a mitad del relato, pero se recupera al final, cuando cierra con
esta memorable hipótesis:
“La gente no quiere tomar responsabilidad de sus propias
fantasías, quizás por eso buscan a otros que les ayuden a conseguirlas.”
El cuento que
sigue es aún mejor. ‘Los enfermos del Dr. Clemencio Batista’ es otro relato
divertido e ingenioso que cuenta el clásico cliché del ‘mal de amores’ como una verdadera enfermedad (¿acaso no lo es?). De momento parece sucumbir a la payasada ocasional:
“Es decir, necesitaba una (mujer) como el bacilo de Koch;
letal por cualquier ángulo que se le mirara.”
Pero en otros momentos el humor simplemente se convierte en
algo bello:
“La idea era
provocar que Canario se enamorara de Dora, luego tomar nota de sus actos, que
revueltos en su mentalidad poética serían suficientemente elocuentes para
inventar una nueva enfermedad.”
Aunque este
relato presenta ciertos descuidos esporádicos por el lado del humor, realmente
no me molestan porque son la consecuencia de un atrevimiento a darle colores
más brillantes a las oraciones. Prefiero sonreírme con una bromita pasajera y
disfrutar del resto de la prosa intrépida, que chuparme un bloque de texto
aburrido con la esperanza de encontrarme con un final justiciero que a veces,
honestamente, no llega.
Pasando de largo
un par de cuentos, tenemos a ‘Marido perdido’. Aquí el autor establece una
serie de símbolos ingeniosos para contarnos cómo hace un pseudo-detective para
lidiar con la resolución de un extraño caso de desaparición. Lo importante de
este relato no es la historia detectivesca, sino el significado que poco a poco
va cobrando sentido con los extraños símbolos que el autor establece, creando
una historia detectivesca dentro de otra.
El primer párrafo
de ‘La buena buruquena’ concluye de la siguiente manera:
“Música de secretaria en celo entra por mis riñones,
suavemente. De pronto salgo gritando por la sala y la señora me mira. Voy a la
cocina de nuevo y me sirvo café.”
No puedo dar una opinión honesta sobre este relato, ni
siquiera una conjetura pretenciosa porque, sinceramente, no entendí nada. Por lo menos no me sentí 'indigno'. Solo
quería decir eso. Siguiente relato.
“(La miseria) es
una droga y no crea hábito” es un excelente relato breve que captura la vida
miserable de un aparente inmigrante en un lugar al que no logra adaptarse
completamente. El único problema que tengo con el relato es que al final, en el
último párrafo, me encuentro con una especie de reflexión o divagación
filosófica que involucra el cigarrillo, la costumbre y la miseria. Creo que ese
final no funciona porque en el párrafo anterior ya tenía la impresión de que el
relato había acabado perfectamente.
Luego vienen las
dos versiones de ‘El piano’. ¡Estas sí las entendí! La temática no es común
pues habla de un hombre joven que hace una introspección de su niñez al conocer a una mujer que tiene un niño sin
padre. Mientras el autor nos cuenta la extraña relación, a la misma vez nos
relata parte de la niñez de este hombre joven que llega a querer a la mujer y a
su niño. En la segunda versión podemos encontrar esta hermosa línea:
“Yo sabía que una persona que vivía cerca de una carretera
al menos tenía todavía la esperanza de recuperar a un familiar.”
Sin embargo, es también en esta segunda versión de ‘El
piano’ que vemos de trasfondo una especie de historia del origen del libro de
Liboy Erba. No es algo descabellado, pero me rompe con la bella ficción que
(haya o no haya sido realidad) me va construyendo sobre esta especie de cuasi-familia.
Luego de otros
cuantos relatos tenemos a ‘Noches de Bengala’, que es probablemente el relato
que más he disfrutado en ‘Cada vez te despides mejor’. Este relato es una
ficción muy bien lograda, sencilla, con algo de palabrería redundante al
principio, pero no es mucha. Es un cuento breve que habla de la locura, de la
miseria (mejor que en ‘(La miseria) es una droga y no crea hábito’), de la
solidaridad, de la aventura y del amor. Todo en un par de páginas. ‘Noches de
Bengala’ es una experiencia literaria exquisita. Aquí la palabra escrita se transforma
en belleza espiritual, por lo que es probablemente el mayor acierto del libro.
Entonces hay tres
cuentos que tratan de un hombre de apariencia horrible. Tanto el primer cuento,
‘Retrato del pez gato’, como el tercero, ‘Las gárgaras del pez gato’, no son
muy emocionantes porque apenas se quedan en la descripción y no nos dicen mucho
más, pero el segundo relato, ‘Las penas del pez gato’, es otra de esas piezas
literarias excelentes que podemos encontrar en ‘Cada vez te despides mejor’. Es
un relato que se aleja del habitual lenguaje rebuscado que tiende a utilizar
Liboy Erba. También mantiene un tono gracioso, funciona como un texto autónomo y tiene el final más impactante
de todo en el libro. ‘Las penas del pez gato’ es otro gran acierto de Liboy
Erba.
Los relatos al
final del libro son un poco más extensos, pero esto es una consecuencia del
léxico y el tono seleccionado en alguno de estos relatos, que al final parecen
más bien una majadería inconsecuente. Uno de estos relatos, sin embargo, me
llamó la atención sobre los demás. ‘Perder el trabajo’ es otra de esas
historias sencillas que se ganan fácilmente al lector; al menos a mi. Tal
parece que en la medida en que la historia sea más sencilla y contenga un
lenguaje menos rebuscado, más atractiva y funcional se vuelve ante mis ojos.
Pero yo creo que esto me sucede solamente con Liboy Erba. En este libro hay
muchas historias que parecen más bien anécdotas o reflexiones, y en medio de
todo ese mar introspectivo hay una serie de relatos que brillan por su
elegancia, sobriedad y sencillez.
Tengo que señalar que, a pesar de haber leído
una tercera edición del libro, me topé con varios errores de edición que no son
usuales en un texto de Isla Negra. Para ser un poco más específico, me encontré
con varias palabras incompletas, abuso en el uso de las comas, en especial en
los primeros relatos, falta de acentos y una que otra discordancia en los
tiempos verbales.
En resumidas cuentas,
creo que mi lectura de ‘Cada vez te despides mejor’ puede describirse como un
claroscuro fantástico, como un agridulce oriental o como un tirijala a la burro de una pesada roca. Los textos no
son malos, pero tampoco son para todo el mundo. Hay relatos geniales que, sea
como sea, siguen siendo aburridos (por ejemplo, ‘La tercera versión’), como
también hay relatos con prosa torpe que, sin embargo, divierten y mantiene un
color brillante a lo largo de los treintainueve relatos cortos (por ejemplo,
‘Los enfermos del Dr. Clemencio Batista’). Como ya he mencionado, también hay
algunas joyitas dignas de ser esculcadas y leídas con la mayor atención del
espíritu. Aquí los dejo...
Mis relatos favoritos han sido:
‘Cine Río Piedras’
‘La poética de Antonio García’
‘Los enfermos del Dr. Clemencio Batista’
‘Noches de Bengala’
‘Las penas del pez gato’
‘Perder el trabajo’
Elementos narrativos predominantes:
-La atención a la estructura
-La brevedad
-La introspección
-La retrospección
-El ensayo convertido en cuento
Próxima entrada: Vivir del cuento
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